Psicólogo en Mallorca

Reyes Magos y reyes cuestionados

Por una ironía de la historia, coincidiendo con la celebración de los Reyes Magos, los titulares anticipan el juicio a Cristina de Borbón que solo por ser parte de la familia real recibe tanta atención. Por esa misma ironía, este año coinciden las habituales discusiones sobre la conveniencia o inconveniencia de mentir a los niños sobre la existencia de los Reyes Magos o Papá Noel.

L¿Es posible analizar un tema tan visceral y rodeado de polarización como el significado y la necesidad de la monarquía o de los mitos infantiles de un modo objetivo y sin tomar partido? Para la ciencia sí, puesto que la fría ciencia solo busca comprender. Por curioso que resulte, hay cierto paralelismo entre los integrantes de las familias de las realezas y los protagonistas de los mitos infantiles.

No se trata de banalizar o confundir un tema en el que se juega el destino político de un país con otro que trata de los sueños e ilusiones de los niños. Pero como veremos, hay mecanismos simbólicos comunes. Entre los enemigos de Papá Noel y de los Reyes Magos está David Kyle Johnson, profesor de filosofía de la Universidad King´s College de Pensilvania, autor de varios libros que exploran cómo la cultura y mitos populares sirven para explicar conceptos filosóficos.

Concretamente publicó un artículo en la revista Psychology Today que se podría traducir como «El debate sobre la mentira de Santa Claus.» Sus conclusiones contrarias a inculcar estos mitos como reales se basan en la desconfianza que puede generar en los niños el universo de los padres y en el conocimiento de la realidad. Por el contrario muchos autores favorables a la transmisión de estas creencias enfatizan que es un alimento para la ilusión y la fantasía. Incluso hay quienes afirman que existe una complicidad entre engañador y engañado. Uno de ellos es el psicoanalista francés Octave Mannoni que en su libro La otra escena, claves de lo imaginario argumenta que hay un hambre de ilusión en el ser humano que lo predispone a las creencias y disminuye su capacidad crítica.

También en torno a la monarquía como forma de dirigir la sociedad existe controversia. 400 años antes de Cristo, Sócrates la consideró la mejor y más perfecta forma de organización política. Unos 2.000 años más tarde Freud, en su célebre Psicología de las masas explicó la necesidad de los grupos humanos de tener un líder con atributos especiales para su cohesión y funcionamiento. Así como con los mitos infantiles, la existencia de reyes reales es cuestionada por teóricos que objetan la racionalidad del sistema monárquico.

Hace años que los especialistas en psicología infantil discuten sobre las ventajas y desventajas de alimentar creencias mágicas en los niños o cual es la edad adecuada para enfrentarlos a la realidad de estos mitos como del origen de los bebés. Para estas fechas esas polémicas suelen reactivarse. De igual modo la polémica sobre la monarquía, la discusión entre defensores y detractores suele reactivarse a caballo de ciertos acontecimientos sociales. Es muy probable que el juicio del 11 de enero sea uno de esos acontecimientos.

A diferencia de los apasionados amigos y enemigos de la monarquía o de las creencias, para historiadores, politicólogos, sociólogos y psicólogos la existencia y función de los reyes y mitos representa parte de las complejas interacciones entre la organización social y de la estructura cognitiva y emocional del ser humano. Defensores de las monarquías o las ilusiones mágicas de los niños comparten, por distintas razones, el valor y la utilidad simbólica de una figura idealizada.

Paradójicamente hay algo cruel en el acto por el cual una sociedad impone a un individuo el ser portador de un emblema y depositario de idealizaciones. Cualquiera se disfraza de rey mago y reparte regalos una noche o se pone un gorro y blanca barba de Santa Claus, pero portar de por vida una investidura real soldada a la identidad puede ser un privilegio o una condena. Lo cierto es que el supuesto de delito en un miembro de la realeza, más allá de la inocencia o culpabilidad tiene un efecto colateral en el imaginario social tanto como lo tendría la revelación de la verdad sobre los reyes magos a un niño, la pérdida de una ilusión.

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