Presidentes y mascotas
Valérie Trierweiler, una oscura periodista cuyo momento de gloria se debió a su relación con el presidente de Francia acaba de conseguir notoriedad y un record. Vender 145 mil ejemplares en cuatro días de su libro “Merci pour ce moment” (Gracias por este momento).!
El libro no tiene otro sentido ni contenido que causar el máximo daño posible a François Hollande su ex amor en un típico acto de despecho y venganza, tanto como maximizar el beneficio personal en términos de notoriedad y dinero.
Cuando ciertas conductas son frecuentes es más fácil que pase desapercibido su carácter estrafalario, ilógico y hasta demencial.
La transformación explosiva del amor pasión al odio asesino es uno de los más comunes.
De hecho este fenómeno subyace en la casi totalidad de los episodios de violencia de género que tienen presencia casi constante en los medios.
La estructura es simple. Cuando el ser amado deja de corresponder la frustración del rechazado se transforma en agresividad.
La publicación de este libro es un ejemplo esperpéntico de cómo un hecho ilógico en el plano político, social y psicológico llega a parecer normal.
En el campo político, según todos los sondeos, esta publicación parece haber tocado seriamente la imagen del presidente y su carrera. Lo ridículo es que el impacto sea tan o más importante que sus decisiones trascendentes para el país y el mundo. No hay duda que de no tratarse del presidente de Francia, un protagonista de primer nivel en la escena política mundial situado en la encrucijada de múltiples intereses, ningún editor hubiera apostado un duro por esta publicación.
A nivel sociológico, el interés que revela el éxito de ventas es un indicador del precario nivel cultural de amplios sectores de la población.
Pero, como psicólogo me interesa que este hecho desmesurado y caricatural sirva para evidenciar un aspecto que es “normal”, en el sentido estadístico y perverso a nivel del funcionamiento de las emociones. Se trata de que la agresividad que infiltra las relaciones amorosas no solo se evidencia en las noticias policiales sobre los crímenes pasionales. También es el día a día de los juzgados de familia con batallas protagonizadas por parejas en proceso contencioso de divorcio. Incluso tiene una presencia muy frecuente en rencillas más o menos intrascendentes que salpican la intimidad de la mayoría de las parejas.
Casi invariablemente el diagnóstico psicológico revela que el disparador de esta curiosa mutación del amor al odio está en relación directa a la intolerancia a la frustración y al carácter narcisista del modo de amar.
Uno de los criterios para evaluar la capacidad vincular de un individuo es su registro y respeto por como son y que sienten las personas con que se relaciona. La falta de esta capacidad está presente en forma sutil en quienes hablan hasta aburrir sin percibir el grado de interés del interlocutor, en un violador, en el amor pasajero a una mascota que se compra y se abandona. Este último ejemplo, el abandono de las mascotas al fin del verano fue motivo de un artículo reciente de la periodista Rosa Montero titulado “300.000 energúmenos” Parte del dato de que España es el país de Europa en el que más animales se abandonan en verano con motivo de las vacaciones y analiza la cruel desconsideración que supone el interés caprichoso y fugaz por un animal de compañía al que abandona como un material descartable.
Éticamente hablando, amar perritos o presidentes sin una dosis de respeto a las decisiones y necesidades del objeto amado, debería, al menos, dejar de ser considerado lógico.
Que François Hollande sea promiscuo, frío o cariñoso no es algo que importe a la historia. Lo lógico es que sea juzgado por su gestión.
El poeta libanés Khalil Gibran condensó en una frase la que sería la forma más ética y digna de reaccionar frente al alejamiento de un ser amado. “Si amas a alguien, déjalo ir, porque si regresa siempre fue tuyo y si no nunca lo fue”.
Es evidente que la autora del libro de marras no comulga con el pensamiento del poeta.