Psicólogo en Mallorca

La señora del visillo y el goce por procuración

Hace un par de semanas la conocida estafadora e impostora Anna Sorokin, o Anna Delvey que es el nombre del personaje que se inventó, ha salido de prisión tras cumplir solo 3 de los 12 años a que estaba sentenciada.

La trayectoria de este personaje da mucho de sí y ya en abril del 2019 le dediqué en esta sección una nota con el título “Engaña hasta que lo consigas”, enfocado en la complicidad de sus numerosas víctimas en la jet set de New York.

Ahora Anna está siendo protagonista de otro fenómeno sorprendente. Se ha instalado en el eje de un negocio que promete ser muy jugoso. La poderosa Netflix le ofreció un contrato de 320.000 dólares por los derechos de una serie que ya está en producción, basada en su rocambolesca historia.

Una idea de la envergadura de este proyecto es que la serie está siendo escrita por Shonda Rhimes, la misma de la célebre Anatomía de Grey y Bridgerton.

En resumen, Netflix, que sabe lo que hace, ha encontrado un filón de oro en la carrera delictiva de la chica que va a estar pronto en el ávido mercado audiovisual del mundo.

Las malas lenguas afirman que la CBS, que también sabe lo que hace, pagó la friolera de 7 millones de dólares por la entrevista del pasado domingo en la que Harry y Meghan ventilaron sus rencillas y desavenencias con la Reina de Inglaterra. Se transmitió en EEUU y atrajo el interés de millones de espectadores en un mundo convulsionado por la pandemia, las guerras y las crecientes desigualdades sociales.

La visibilidad que Anna Delvey está teniendo no parece que haya sido su intención. Su deseo es el dinero y los lujos que éste permite, y no parece que haya perdido el rumbo como lo demuestra el jugoso contrato por el que pondrá su vida bajo las curiosas miradas de millones de espectadores.

Un ejemplo opuesto es el del célebre incendiario Eróstrato. En el año 356 A.C. provocó un incendio en el Templo de Artemisa de Éfeso que lo destruyó por completo. El palacio estaba considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo.

A ese exhibicionista le interesaba solo lograr reconocimiento. Pura presencia en el universo de algo tan abstracto como la historia.

Incluso no le importó ser encarcelado y torturado por ello.

De hecho, y para no darle el gusto, tras ajusticiarlo, se declaró su nombre maldito e impronunciable. Intento que fracasó porque aun hoy hablamos de él.

La otra pieza de esta realidad son los curiosos mirones. Los millones de “señoras del visillo” que espían a través de sus pantallas sin ser vistos. Como en todo pueblo aburrido en que nunca pasa nada, cualquier acontecimiento convoca a los curiosos ávidos de espiar a quienes toman riesgos y les pasan cosas.

Finalmente, un tercer elemento es la implacable tendencia por la cual el beneficio económico ocupa cualquier nicho posible. En este caso, los empresarios de productoras como Netflix que obtendrá fortunas con la historia de esta chica borderline y su paso por la cárcel.

Sin duda el incendiario Eróstrato hoy día hubiese encontrado quien haga negocio con su locura y a la vez estaría encantado y satisfecho con haber conseguido que se hable de él.

De hecho, en psicopatología se llama Síndrome de Eróstrato a la tendencia a conseguir fama a cualquier precio.

En la actualidad, la globalización hace que la brecha entre los ciudadanos anónimos y los famosos sea cada vez mayor y eso está aumentando más aún este fenómeno.

A los psicólogos nos resulta revelador lo que ocurre en el psiquismo de las señoras y señores del visillo… que son millones.

La psicología contemporánea ha descubierto que el precio de vivir en sociedad supone respetar reglas aún a costa de sacrificar impulsos. A eso se lo llama represión. Los psicólogos consideramos que si bien la represión inhibe la realización o expresión de los impulsos que van contra las reglas, no logra extinguirlos, sino que permanecen y ejercen poderosa influencia desde un lugar llamado “inconsciente” buscando el modo de encontrar satisfacción.

De algún modo, los consumidores de los reality show, que son parte de la “clientela del visillo” de Netflix que sin los riesgos y el costo de los transgresores ven sus impulsos reprimidos realizarse desde el confort de sus pantallas. Otro tanto podría decirse del espectáculo cruel de un match de box en que 2 individuos se muelen a golpes para solaz de pacíficas señoras del visillo que no matarían ni una mosca… conscientemente.

Existe un término que describe a la perfección el mecanismo psíquico en juego. Se llama procuración. En derecho se utiliza para cuando se da poder a otra persona para que ejecute algo en su nombre. Ese es el curioso beneficio psíquico que posibilita satisfacer impulsos reprimidos por procuración. Lo que no es poco.

Vale la pena aclarar que en lo que hace al diagnóstico y pronóstico en la gestión de los impulsos, la conducta de Anna Delvey es un fracaso mientras que la de quienes logran satisfacer un impulso reprimido por identificación con un personaje, real o ficticio es una solución exitosa.

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