Psicólogo en Mallorca

El misterioso fracaso de los triunfadores

El ex presidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, detenido en la Operación Crucero, protagoniza estos días una caída en el abismo desde las alturas del éxito, la riqueza y el prestigio.

Y no es un caso aislado.

Bernard Maddof en el ámbito internacional, varios más en el ámbito nacional y una larga lista de enjuiciados en Mallorca protagonizan historias similares.

El análisis psicológico de estos casos revela un par de paradojas sorprendentes.

Para llegar a ser un corrupto exitoso no basta con tener una determinada laxitud ética. Cualquier ladrón de gallinas la tiene. Se necesita tener capacidad, mucha capacidad. Una gran agudeza intelectual, eficaz dominio de las emociones, inteligencia social, perseverancia en los objetivos y un agudo olfato de las complejas y cambiantes condiciones de la realidad.

La primer paradoja es que con tantas habilidades cometan tan burdos descuidos que los llevan a perderlo todo.

La segunda es que aún conseguidas incalculables fortunas sigan arriesgando.

La explicación de la primera es que inteligencia, habilidad sentido común y cordura son aptitudes independientes.

La explicación de la segunda es que necesidad y deseo no son la misma cosa.

La necesidad de proteínas se resuelve con un humilde filete, pero para satisfacer su deseo más de un sibarita cruza desde Mallorca a Menorca para comer una caldereta de langosta en Cala Fornells.

La comprensión de los mecanismos psicológicos requiere analizar estructuras de funcionamiento a través de diversos contextos. O sea identificar el mismo patrón de conducta en distintas personas y situaciones.

Analicemos tres ejemplos de distintos ámbitos:

Los electricistas manejan y conocen una energía invisible y mortífera. Y eso lo saben mejor que nadie. Sin embargo, ¿quién no los ha visto trabajar sin cortar la corriente eléctrica por no bajar de la escalera para ir hasta el cuadro eléctrico?

La decisión de un cónyuge de separarse muchas veces toma al otro por sorpresa. Simplemente porque durante mucho tiempo desoyó reclamos de su pareja por el sentimiento de seguridad de que nada podría pasar y que la tolerancia del otro sería infinita.

Y un último ejemplo, el 13 de junio de 1998, Erik Tabarly, uno de los más grandes navegantes de todos los tiempos se perdió por caer al mar desde su barco navegando de noche y con tormenta. No llevaba puesto el arnés ni salvavidas.

Concretamente, el común denominador es la pérdida de respeto a lo que los psicólogos llamamos el Otro, así con mayúscula que engloba tanto a la ley como a la realidad de las otras personas.

Los mecanismos psíquicos de estos mega estafadores se sustentan en la convicción de que para ellos las leyes son transgredibles.

A José Castelao Bragaña, presidente del Consejo General de Ciudadanía en el Exterior, órgano consultivo y asesor perteneciente al Ministerio de Empleo el haber declarado «Las leyes, como las mujeres están para violarlas» le significó el suicidio político. Es una expresión caricaturalmente burda que tiene la virtud de desnudar el sentimiento que llevó a muchos de los que hoy día duermen entre rejas o asisten imputados a los tribunales a descuidarse hasta lo temerario solo por agregar algún dígito a fortunas que ya eran suficientemente voluminosas.

Entre las causas de la parábola de ascenso y caída de estos personajes hay, además de factores singulares otros componentes. En una nota anterior analicé, a propósito de la caída del general norteamericano Petraeus, el fenómeno de pérdida de libertad que supone el poder. Más amigos, más enemigos.

También hay otro filón que es la erótica del poder, pero ese es otro tema que merece un espacio aparte.

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