El caprichoso círculo del amor y el odio
En el último mes hubo dos novedosas condenas por maltrato animal que tuvieron importante atención mediática. Un hombre está ya en prisión por dejar morir a su perro de hambre y otro está imputado por matar su caballo.
Durante este año ya hubo manifestaciones y protestas por las condiciones de vida de los caballos de las calesas además de la lucha contra las corridas de toros entre otros muchos movimientos en torno a esta temática.
Podría sintetizarse el contenido de estos movimientos en dos grandes temas, la crueldad y el extender el estatus de sujeto de derecho de que gozamos los humanos a otros seres vivos.
Para dar idea de la trascendencia e implicaciones de este tema basta mencionar el consumo de ballenas por japoneses y nórdicos, el de perros en china, la crítica a delfinarios, zoológicos, el uso de animales en espectáculos circenses y la utilización de animales en la investigación biomédica.
Los noruegos se defienden de las críticas por la matanza y consumo de carne de ballena con el argumento de que para ellos son vacas de mar. En India las vacas son intocables aunque la población pase hambre mientras en España la cría y matanza de vacas en la industria de la carne es parte integral de la cultura. Cultura, ética y economía están en juego.
Es evidente que según los sentimientos y atributos que los humanos proyectamos en los animales podemos amarlos, respetarlos o comerlos.
No se trata de banalizar la sanción y lucha contra conductas brutales, crueles y sádicas. Pero es interesante preguntarse sobre los poderosos mecanismos psíquicos que hacen que un animal se ame, mime y críe como un niño o se vea como un producto para la olla.
El filósofo y profesor de derecho de Princeton, Peter Singer es uno de los más destacados y polémicos pensadores contemporáneos que teoriza sobre el tema. Es autor, entre otros de un libro llamado Liberación Animal. Su intento de delimitar el derecho de los seres lo fue llevando a cuestiones cada vez más abarcativas y complicadas incluyendo el aborto, la distribución de la riqueza y las supuestas condiciones en que es o no justo matar a a otro ser vivo. También publicó The Expanding Circle que se podría traducir como el circulo expansivo, que es una metáfora de la onda expansiva que produce una piedra al caer en el agua. En este texto intenta definir como a partir de uno mismo se va extendiendo a los demás seres el sentido de respeto y amor. Esa onda va incluyendo a los familiares, la raza, la humanidad, los primates, todo el reino animal y hasta las plantas. Sus conclusiones lo llevaron a tal extremo que se convirtió en vegano, la forma más radical del vegetarianismo.
En 1970 el psicólogo y filósofo británico Richard D Ryder creó el término “especismo” para describir el trato a otras especies desde una situación de privilegio de lo humano. Escribió libros proanimalistas y es el responsable de que en Europa y Gran Bretaña se desarrollará una nueva legislación para proteger a los animales de laboratorio. A su vez esa legislación a creado dificultades a la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos para la especie humana.
Realmente por poco que se empieza a remontar estas cuestiones las respuestas parecen estar cada vez más lejos y se tiene la impresión de pretender poner puertas al campo.
Dejando la solución de esas cuestiones a juristas y filósofos, desde la psicología pueden describirse dos mecanismos que determinan los sentimientos con que nos relacionamos con los seres del universo que nos rodea, son el animismo y la identificación.
El animismo consiste en atribuir subjetividad a un objeto, sea animal o inanimado.
La identificación supone un paso más que lleva a un sentimiento de pertenencia e identificación.
La trata de esclavos necesitaba evitar ese efecto para legalizar el trato a miembros de la propia especie como objetos, mientras que en dirección opuesta el amor a las mascotas está asociada a la atribución de propiedades humanas.
Los capos más sanguinarios de la mafia cuidan con celo a los suyos.
Lo propio y lo ajeno lo que es yo o no yo, todo esto determina el caprichoso mapa del “círculo expansivo” de Singer. El dramático tema de la solidaridad con los refugiados que sacude Europa, los nacionalismos, las xenofobias, los odios y fusiones entre individuos y comunidades dependen de estos factores.
En los divorcios de las parejas se da la oscilación del amor fusional en que un miembro de la pareja siente al otro como en el centro mismo de su círculo a estar por completo fuera de él. A partir de ese cambio se desata el odio y la disputa por los bienes e hijos. En los juzgados de familia se amontonan los expedientes que cuentan una y otra vez estas historias de traslados del centro al exterior de los círculos de Singer.
Fernando Pessoa, brillante poeta portugués expresó en una aguda frase la esencia de este fenómeno psíquico y social “Nunca amamos a nadie, tan sólo la idea que tenemos de alguien. Es un concepto nuestro, en suma, es a nosotros mismos a quien amamos. Eso es verdad en todas las formas del amor. En el amor sexual buscamos un placer nuestro dado por intermedio de un cuerpo ajeno. En el amor diferente al sexual, buscamos un placer nuestro por intermedio de una idea nuestra”.
Lo sorprendente de esta reflexión de Pessoa es que si no amamos a nadie, tampoco odiamos otra cosa que la proyección de nuestros propios fantasmas.