Psicólogo en Mallorca

Dime de qué presumes

El pasado mes de marzo, y tras una larga batalla, el entrañable Woody Allen, a cuya prolífica obra debemos tantos y tan divertidos momentos, publicó sus esperadas memorias con el título Apropos of Nothing, y el pasado 21 de mayo la editorial española Alianza editó la versión en castellano con el título A propósito de nada.

Así como no hay relator ni relato que no tenga intencionalidad, una autobiografía tampoco está exenta del intento de transmitir la identidad con la que se quiere ser reconocido por los demás. O sea que todo libro, incluyendo este, es una herramienta con un propósito. Por ello el haber elegido el título A propósito de nada revela al lector, desde el principio, la filosofía del autor. Una filosofía en la que el sinsentido sirve como condición del humor.

Woody ha sido, y por suerte pese a sus 84 años sigue siendo, fundamentalmente un humorista.

Su biografía transpira una humildad tan cómoda que le permite reírse de sus propias miserias. También un cierto nihilismo.

Sin duda, busca el amor de su público, pero no la idealización. Aún sin ser conscientes, siempre que nos comunicamos buscamos ser reconocidos y amados, pero de que manera, eso es otra cuestión.

En una entrevista que le realizó el Times en Londres en 2014 le preguntaron sobre lo que espera que ocurra con su legado tras su muerte, y sorprendentemente declaró Me da igual si cogen todas mis películas y las queman. El mundo entero puede ir a tu tumba y elogiarte, pero eso no significa nada. Cuando uno se fue, se fue.

Esa afirmación recuerda el ingenioso título de la película de Agustín Díaz Yanes Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto.

Estas afirmaciones, en un hombre febrilmente apasionado con su trabajo y su vida, que ha hecho reír y pasar buenos ratos a varias generaciones, remite a un concepto importante de la construcción de la personalidad que los psicólogos llamamos el Ideal del yo.

Se trata de un concepto psicoanalítico, creado por Sigmund Freud para descubrir la parte de la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo y de las identificaciones con los padres, con sus sustitutos y con los ideales colectivos.

Esta especie de metro patrón individual es necesaria para  tener ideales y valores. Según su proporción puede servir para tener motivaciones y una ética de vida, pero cuando es excesivo da lugar a problemas de autoestima, sufrimiento neurótico y una constante necesidad de demostrar y demostrarse valioso.

Ese es el sentido del sabio refrán popular dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Las personas que no admiten su ignorancia tienden a pensar que todo lo saben, y eso las hace cada vez más ignorantes y proclives a la impostura.

En cambio la tolerancia al sentido del ridículo nos hace ir más ligeros por la vida, tener capacidad de auto-perdón, que es la mejor vacuna contra la culpa y la vergüenza, y nos inmuniza respecto a contraer relaciones tóxicas con personas idealizadas. Pareciera que Woody sabe que no le espera el paraíso, pero tampoco el infierno.

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