Psicólogo en Mallorca

Carnaval, La revelación bajo la máscara

Una de la facetas más destacables del Carnaval es el carácter liberador respecto a las formalidades y represiones de la normalidad cotidiana. Y no solo de los comportamientos sino incluso del peso de la identidad

La máscara, en tanto que oculta, da impunidad para vivir otras situaciones propias del personaje elegido.

Es evidente que algo de los deseos y fantasías reprimidas se expresan en el disfraz. Muchos estudios psicológicos han explorado ese rico filón para conocer la psique humana.

Sin embargo, hay otro hecho curioso al que se presta menos atención. Se trata de la suposición de que debajo del disfraz se esconde la definitiva verdad del individuo, la que se verá el resto del año, una vez acabado Carnaval.

Pero, como veremos, las cosas no están tan claras y la psicología revela una realidad más inquietante.

Antropólogos, sociólogos y psicólogos coinciden en que la existencia de los humanos es imposible sin un entorno social y que la identidad está fuertemente soldada al reflejo que devuelven los demás. Algo parecido al sistema de eco de un radar.

Pero resulta que es inconcebible imaginar el transcurso de una vida con un grupo constante idéntico y homogéneo de interlocutores. No somos los mismos frente a los diversos personajes que constituyen nuestro universo. Nos percibimos jóvenes frente a un mayor o viejos frente a un joven, sabios ante un ignorante o ignorantes ante a un sabio. Para colmo, el espejo que es cada persona con que nos relacionamos muta con el tiempo. El ser amado, tanto como alguien que nos deja de amar, nos refleja imágenes diferentes de nosotros mismos.

¿Cual de esas identidades es la verdadera? Como si de pelar una cebolla se tratase, solo hay más máscaras detrás de cada una que se quita.

Veamos tres expresiones actuales de la cuestión del disfraz en ámbitos muy alejados entre sí. Una de ellas es la consabida acción de los asesores de imagen sin los cuales difícilmente un político se ponga al frente de una campaña. Se elige y perfecciona la máscara en función del proyecto. Un ejemplo reciente del reconocimiento de esta cuestión ha sido la declaración de Balti Picornell al asumir la presidencia del Parlament «No me disfrazaré para presidir el Parlament ni llevaré corbata».

Otro ejemplo es el de Christian Fuchs, un artista y fotógrafo peruano al que la BBC dedica un extenso artículo. Fuchs es un descendiente de aristócratas que creció viendo retratos de sus ilustres antepasados en las paredes de la mansión familiar. Tuvo la curiosa idea de fotografiarse disfrazado de cada uno de ellos, hombres o mujeres y con los peinados y atuendos que aparecen en los retratos. El resultado es sorprendente, hasta el punto de que en sus personificaciones desaparece su identidad.

Otro ejemplo de un ámbito más frívolo es el de un personaje desmesurado que ya ha conseguido cuatro millones de seguidores en Instagram. Se trata del italiano Gianluca Vacchi. Un millonario que exhibe en las redes su cuerpo musculado con 100 tatuajes. Los vídeos lo muestran en escenarios lujosos con alguna chica escultural con las que baila o hace el indio. Podría decirse que hay en él algo de ese obsceno exhibicionismo que impregna con frecuencia las redes. En uno de los últimos vídeos, además de bailar una preparada coreografía y besarse con su chica, se zambulle a su piscina privada en bicicleta. De más está decir, que ha logrado una explosión en las redes sociales. Lo instructivo de toda situación caricatural es que agiganta efectos de la normalidad. Cuando intentamos vestirnos de un modo acorde para asistir a un determinado evento, estamos eligiendo un disfraz.

Así como Freud decía que nos despertamos para seguir soñando y Calderón decía que «la vida es sueño y los sueños, sueños son» podría decirse que cuando se quitan los disfraces se sigue disfrazado.

La escritora, poetisa y dramaturga francesa Marguerite Yourcenar dejó una profunda reflexión sobre la posibilidad de quitarse la máscara que trasunta sabiduría. «La posibilidad de quitarse la máscara en todas las ocasiones es una de las raras ventajas que reconozco a la vejez» O será que también eso es disfraz?

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