Soledad y peluches
La solitaria muerte de José Ángel Taboada con sus 3.544 amigos en Facebook que es noticia estos días, por exagerada y caricatural, tiene el interés de exponer una realidad contemporánea.
Varios indicadores de tendencia sitúan la soledad como fenómeno creciente en la sociedad occidental. Las nuevas tecnologías de comunicación, aparecen en el centro de este cambio por canalizar cada vez más la materialidad de las relaciones. WhatsApp, Facebook, Twitter, las webs de relaciones y otras son señaladas como posibilitadoras o por el contrario criticadas por alienantes. Lo más justo es verlas como un efecto o respuesta a una necesidad más que como causa.
“Naturaleza humana y la necesidad de conexión social” es el título que eligió para su reciente publicación el psicólogo John Cacioppo profesor de la Universidad de Chicago y es un buen reflejo de lo que hay en juego.
Que la naturaleza humana es esencialmente social puede ser considerado un hecho avalado por todos los estudios psicológicos y sociales. Los cimientos esenciales de la formación del psiquismo están absolutamente asociados a los vínculos sociales. Por eso las historias de niños perdidos que sobrevivieron sin otros humanos en la selva los describen adoptados por lobos u otros animales que han hecho de lazo social.
Trabajos de campo de antropología descubrieron que en algunos pueblos primitivos el mayor castigo, equivalente a la pena de muerte, consistía en ignorar al castigado como si fuera invisible. El estrés traumático podía producir enfermedad e incluso muerte al condenado.
La paradoja es que el modo en que evolucionan (o involucionan) las oportunidades y formas de armar lazos sociales y vincularse no necesariamente coincide con esas necesidades de la naturaleza humana. Y según recientes estudios y datos eso es precisamente lo que está pasando. Uno de ellos proviene del Instituto Nacional de Estadística (INE) en la Encuesta Continua de Hogares. La conclusión es que cada vez hay más personas que viven solas.
La soledad, cuando no es un momento elegido dentro de una variedad de recursos, sino que constituye una situación estructural y estable es considerada tóxica y es una preocupación creciente en el campo de la sanidad como lo refleja NANDA, North American Nursing Diagnosis Association, una institución de enfermería que se ocupa de estandarizar diagnósticos e intervenciones sitúa la soledad de las personas fuertemente asociada a la patología.
Castel, el personaje de “El Túnel”, la novela de Ernesto Sábato, que es un clásico de la literatura universal, muestra a un personaje a quien la soledad y la incomunicación llevan a elucubrar ideas, celos e hipótesis sin posibilidad de confrontación con la realidad hasta llevarlo a asesinar a María, que es la única persona que lo entiende.
Desde la perspectiva psicológica, soledad o compañía son conceptos que deben ser tratados separando el aspecto material y cuantitativo del subjetivo y simbólico.
Las posibilidades cuantitativas de tener compañía son física y numéricamente casi ilimitadas en muchos aspectos. Los usuarios de las redes sociales acumulan cientos de amigos, las personas sexualmente promiscuas puede que no padezcan una fría cama en invierno, los miembros de una peña pueden contar amigos a decenas.
La compañía, en el sentido cualitativo y simbólico es otra cuestión. Aquí entra en juego el complejo fenómeno de la intimidad entendida como una corriente que ha de ser necesariamente de ida y vuelta, es lo que los psicólogos llamamos inter-subjetividad. En este sentido, solo podría considerarse compañía una coexistencia en que la amistad o el amor se alimenta del mundo interior de ambas partes. Esa es la diferencia con un peluche. Y esto no solo es poco compatible con la cantidad sino que es sumamente complejo y difícil de lograr y mantener.
Un análisis de estos temas peca necesariamente de cierto esquematismo. La realidad de las relaciones humanas es un espectro de proporciones muy diversas de compañía y soledad, de encuentros y desencuentros. Incluso como cada vínculo tiene una historia que se ve afectada constantemente por múltiples circunstancias, el nivel de cercanía o ajenidad puede cambiar en uno u otro sentido. Muy frecuentemente sucede que en una relación que ha estado sostenida por una cuestión formal, una circunstancia permita saltar la chispa y que se descubran recíprocamente las partes. O por el contrario, una persona considerada próxima e íntima puede transformarse en ajena.
Volviendo a los indicadores de tendencia, las estadísticas son firmes en el sentido de un incremento veloz de la soledad como problema social y sanitario, lo que abarca tanto uno como otro de los sentidos del concepto. Tanto es así, que algunos titulares recientes hablan de la soledad como una nueva plaga social.
Entre los factores de más peso está el envejecimiento de la población, la disminución del grupo familiar, la mayor facilidad con que las parejas se separan y la llamada emancipación de la mujer.
Otro elemento es la privatización de los espacios deportivos. Un gimnasio no es lo mismo que un club, no requiere otra pertenencia que pagar la cuota del mes.
Una marina privada, como un edificio de apartamentos no supone tejido social como en los clubes náuticos. Un ejemplo reciente en Palma fue el desmantelamiento de la tradicional Escuela de Vela Calanova para reducirla a un conjunto de amarres de venta o alquiler.
Guy de Maupassant dijo “Nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos y todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad”.