Psicólogo en Mallorca

La suerte de la fea

Los informes recientes sobre la actualidad socio-económica española están reflejando un cambio histórico de múltiples y desconocidas consecuencias. España es el país de la Comunidad Europea en que más aumentó la brecha entre ricos y pobres. He aquí algunas referencias: Las cinco mayores sociedades de inversión de magnates han crecido de 1.638 a 1.818 millones de euros mientras la renta de los hogares descendió dejando al 22% de los españoles en la pobreza. (Público.es 14/10/12). A medida que la austeridad muerde a los pobres, los super ricos españoles se hacen más ricos. (Traducción del título del artículo de Tom Gill escritor y analista inglés en la web Liberal Conspiracy 15/10/12). El mercado de productos de lujo aumentó su facturación un 15% en un año con una facturación de 4.700 millones simultáneamente a la recesión de consumo general por efecto de la crisis.(Declaraciones de Cristina Martín, directora de Luxury Spain, ABC 25/12/12).

En resumen, esto significa que el grupo desfavorecido es igual o más pobre, que el grupo de los favorecidos es igual o más rico o lo que es más probable, ambas cosas.

Sin embargo en este espacio no me referiré a la economía ni a la política sino a la manifestación de un complejo fenómeno psicológico: el de la existencia de la necesidad y el deseo como campos independientes.

Mientras que la pobreza reduce a las personas al campo de la necesidad, la riqueza evidencia la manifestación del campo del deseo.

El arquitecto Adolf Loos publicó un libro con un título sugestivo “Ornamento es delito” en el que expresa de una visión funcionalista que solo legitima una arquitectura ligada a las necesidades. Pero los testimonios arqueológicos dan pruebas de que la humanidad desde los primitivos humanoides ha producido adornos superfluos. Esto es un hecho visible desde el decorado de herramientas que se encuentran en los yacimientos fósiles, pasando por los sobrecargados ornamentos del barroco o las inútiles y hasta caprichosas e incluso incómodas imposiciones de la moda y los artículos de lujo.

Por ejemplo los tan sexys tacones con que las mujeres contemporáneas torturan sus pies y deleitan las miradas.

La riqueza posibilita, y a veces produce, fenómenos rayanos en lo ridículo o lo obsceno.

¿Por qué? ¿Por qué algunas personas ricas dedican tanta energía a excesos como que la necesidad de una casa confortable mute hacia sobredimensionados palacios? ¿Por qué los complicados megayates que van desplazando los pequeños veleros y llauds de nuestro paisaje litoral y que apenas se mueven en todo el año, tienen laboriosas decoraciones y dimensiones que no permiten a sus propietarios ni el placer de una íntima salida al mar por estar rodeados de marineros?
Pues, porque la satisfacción de la necesidad es enemiga del deseo.

Si la riqueza resuelve las necesidades obtura el deseo y no tener deseos es casi la muerte psíquica, o al menos, aburrido.

Así como un río solo fluye por un gradiente de alturas el deseo depende de faltas y ausencias.

Por la misma razón en las orgías que se montaban los antiguos romanos una vez saciados de manjares se provocaban el vómito para poder tener el placer de volver a desear comer.

Por paradójico que resulte incluso el deseo que sostiene el amor depende de la carencia.
“Amar es dar lo que no se tiene…”. Es una definición del controvertido psicólogo francés Jaques Lacan en una conferencia del año 1960. Con ella destacó el hecho de que se ama porque se carece lo que el amado representa.

Digamos que quien no necesite nada no podría experimentar el deseo, y el amor es deseo.
Otro tanto ocurre con el conocimiento y la sabiduría.
El epistemólogo francés Gastón Bachelard en su libro “La formación del espíritu científico” afirma que contrariamente a la idea popular, los sabios llegan a serlo gracias a sentirse ignorantes.
En consecuencia, las personas autosuficientes y sabelotodos no tienen curiosidad y así perpetúan su ignorancia.

El refrán popular que dice “La suerte de la fea la guapa la desea” expresa diversas realidades. En general se refiere a que la fea tendrá más suerte en el amor pues el que consigue la guapa es efímero en tanto solo la erige como trofeo mientras que el de la fea será más profundo. Pero hay otra lectura, que se refiere a que la guapa despierta tantos amores que no llega a sentir necesidad de ellos mientras que la fea está llena de deseo y goza cuando se la ama.
La belleza, la riqueza o los dones colman y obligan a desear tener más y más y más.

Por eso subsiste y florece el negocio de los lujos exuberantes y los gadgets. Porque quienes consiguen poder eliminar las necesidades están condenados a crear otras.

Los expertos en publicidad y marketing lo saben mejor que nadie. Por eso los cambios de diseño del exterior de un coche van más rápido que la mejora de prestaciones. Así crean al usuario la necesidad del nuevo modelo. Pero, aunque las campañas de marketing creen necesidades, se apoyan en la necesidad de necesitar que hace funcionar el deseo.
El mito del Rey Midas se refiere a este mismo fenómeno. El deseo, no sobrevive sin carencia. La maldición, o bendición del ser humano es que el objeto del deseo… no existe.

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