Psicólogo en Mallorca

La erótica del poder

La proliferación de imputaciones a figuras públicas y cargos políticos producen por una parte reacciones de indignación y condena, pero también la pregunta sobre las razones que han llevado a esas personas a atravesar los límites de la legalidad y la sensatez. Así como los psicólogos criminalistas investigan los mecanismos psíquicos que llevan al crimen, es interesante explicar los mecanismos que llevan a personas cultas e inteligentes y sin situaciones de necesidad desesperadas a comportamientos delictivos como los que están saliendo a la luz.

Una circunstancia común a todos los procesos en marcha es que los delitos fueron cometidos por personas con una alta cuota de poder.

La conducta de quienes ejercen una situación de poder tiene determinaciones complejas tanto como las razones por las que algunos llegan a trasgredir los límites de la legalidad, la ética y lo razonable.

En escritos anteriores abordé el tema desde la pérdida de la percepción de riesgo que lleva al sentimiento de impunidad, y de la necesidad narcisista de afirmación de la autoestima que lleva al exhibicionismo mediático.

Hoy me interesa destacar lo que se conoce como erótica del poder, que puede derivar en una relación adictiva y compulsiva con el mismo. Claro que explicar lo general no puede agotar la singularidad de cada caso. El poder es un hecho inherente y necesario en cualquier forma de organización social. Hay relaciones de poder entre padres e hijos, entre la maestra y sus alumnos, en la intimidad de una pareja, en la actuación de las fuerzas del orden, en la distribución de roles en una empresa, en las decisiones de un médico con su paciente y también en el ejercicio en cargos públicos y políticos. Salvo para el ideario anarquista, poder y organización social son hechos solidarios.

Como toda función psicológica y social el desempeño del poder puede degradarse hasta volverse un fin en si mismo. A esta sobrecarga en psicología se la llama erotización. Pero se trata de una erótica desgenitalizada, de un fenómeno por el cual una función se reviste de una excitación pasional.

Cabe aclarar que cualquier función vital puede erotizarce como ser la alimentación, el manejo del dinero, el deporte, el uso del ordenador y un largo etc. Incluso en psicología se denomina “mapa erógeno” a la forma única y diferencial por la que se cargan áreas y funciones a lo largo de la historia de cada individuo. Este mapa es tan exclusivo como las huellas digitales.

Por ejemplo, hay quienes viven para comer o quienes se olvidan de hacerlo enganchados a un ordenador o a cualquier otra actividad.

En realidad una cierta erotización es parte del entusiasmo e interés que suscita una actividad y no tiene por que implicar el descontrol del que hablamos.

Cuando el poder se erotiza, no solo se vuelve un fin en sí mismo sino que puede perder la relación lógica entre riesgo y beneficio tanto como los fines para los que se detenta.

En muchos casos de denuncias por mobbing laboral se descubre un exceso en el ejercicio de la autoridad rayano en la perversión sádica.

Sabido es que el ejercicio de un cargo político puede corromperse por una desmedida ambición económica puesto que el dinero también puede erotizarse.

Pero la erótica del poder se refiere exclusivamente a cuando el propio ejercicio del poder es la finalidad.

También es interesante destacar que esta erótica del poder no solo afecta a quienes lo ejercen sino a quienes se esclavizan a un poderoso. Las sectas se nutren de la erótica combinada entre el maestro o gurú que ejerce un poder y los fieles que lo adoran, idealizan y al que entregan sus destinos. Por eso, más allá de consideraciones éticas o jurídicas en muchos casos hay una complicidad entre el protagonista del poder y su objeto, entre amo y esclavo.

Sin quitar responsabilidad a los transgresores y corruptos, esto último podrá servir para reflexionar sobre la complicidad y fascinación que produce el poderoso.

El camino a la cumbre de muchos de los que ocupan el banquillo ha necesitado de ingentes cantidades de admiradores, aduladores y beneficiarios que hoy duermen tranquilos.

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