Psicólogo en Mallorca

La cigarra y la hormiga

Es difícil que no haya algún momento en la vida de todo individuo en que tenga que decidir ante un doloroso dilema: durar o arder.
Entendiendo que lo primero es una apuesta por proteger el futuro sacrificando la tentadora plenitud del presente.
Lo segundo como una entrega a la locura de un aquí y ahora a costa de lo que sea.
Paradigma de lo primero es la perseverante y quizás gris vida de la hormiga y de lo segundo la gozosa cigarra… Un tema que tiene aspectos filosóficos, éticos y psicológicos.
Desde el punto de vista psíquico se trata siempre de la búsqueda de placer, se trate del inmediato o del que se tendrá en el futuro.

Este problema es tan amplio que involucra incluso la ideología con que una sociedad educa a los niños: ¿cuánto se les permite jugar y divertirse y cuánto se les exige ir contra su naturaleza?
Mientras que a un niño todo su ser le pide moverse y jugar, ha de estarse inmóvil frente a una actividad escolar que, pese a todos los modernos esfuerzos por amenizar la actividad, resultan aburridos.
Pero por cruel que esto sea para el niño de hoy, es placer potencial para el adulto que será.
Otra faceta es la que hace que cada individuo se desdoble entre él en el futuro y él en el momento actual.
Jorge Luis Borges, en su célebre cuento “El Otro” desarrolla el encuentro con un doble que es él mismo en el futuro. Encuentro no exento de cierta tensión.
Lo cierto es que hay una lucha de intereses que vuelve al yo del futuro un enemigo del yo del presente.
Es como si diputaran: “yo me quiero gastar el dinero en pasármelo bien ahora” y el otro dijera “no, necesito que lo ahorres para mí que estaré en el futuro”.
Dado que, como dijo Calderón, “de poetas y locos todos tenemos un poco”, resulta instructivo el extremo que representan los casos psicopatológicos: el toxicómano (desde la heroína hasta el alcohol, pasando por el tabaco o cualquier psicotrópico) que sabe que está acotando su vida y destruyendo su futuro por un momento de plenitud presente como diciendo “quién me quita lo bailado” representa un extremo.

El otro es el avaro que malvive su presente postergando infinitamente el disfrute que no llega nunca.
Tolstoi lo abordó desde el punto de vista de la ambición de poseer en su cuento “Cuánta tierra necesita un hombre”, el dilema en el personaje de Pakhom, quien gana la apuesta que le hace el jefe de la tribu de los bashkirs: abarcar en una carrera todas las tierras que deseé a condición de volver al punto de partida antes del ocaso. Lo logra pero cae fulminado por un infarto. El criado cava en seguida en la poca tierra necesaria una fosa justo de la talla de su amo: y allí lo entierra.
Este dilema no tiene otra solución, si es que hay alguna, que el concepto de Paracelso, curioso personaje de la antigüedad, médico, astrónomo y alquimista: todo es veneno y nada lo es, depende de la proporción.
Es inconcebible forma alguna de bienestar sostenible que no contemple la ética del bienestar inmediato y también la del futuro.

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