Joven y bonita, un estreno con mucha miga
El pasado 7 de marzo se estrenó la película del director francés François Ozon con el título «Joven y bonita.» No es una película común, ni tampoco, como juzgaron apresuradamente algunos críticos, es porno light. Aunque con sus peculiaridades es indudable que se la puede relacionar al clásico Belle de jour, del director Luis Buñuel. Narra el despertar a la sexualidad de una adolescente de una familia burguesa y sin necesidades económicas que se inicia en la sexualidad concertando citas por internet como prostituta con una tarifa pactada.
No hay en el personaje tan siquiera conflicto, pudor o escrúpulos morales. Tampoco morbosidad. La originalidad de la película de Ozon, es que pese a los desnudos y escenas sexuales explícitas consigue mostrar que lo que podríamos llamar gimnasia sexual no solo no está necesariamente unida al amor, cosa que ya se sabe, sino tan siquiera al erotismo. El personaje expresa lo que en psicoanálisis se denomina disociación entre el cuerpo real y el cuerpo simbólico. Un acto sexual, por atrevido que sea puede no tener más repercusión emocional que cepillarse los dientes.
En el año 2001, Catherine Millet, exitosa crítica de arte francesa, fundadora y directora de Art Press, una de las revistas de arte más influyentes de Francia, publicó La vida sexual de Catherine M., un libro biográfico sobre la historia de su sexualidad que fue de una promiscuidad cuantitativa y cualitativamente extrema. Vendió 2,5 millones de ejemplares en 47 países. Al igual que la película de Ozon el libro de Millet fue considerado por algunos críticos como simple pornografía. Esa descalificación es consecuencia de una visión plana y simplista de la sexualidad humana.
Por el contrario, estas dos obras están muy lejos de la pobre y aburrida exhibición de anatomías y gimnasias copulatorias de la pornografía. El personaje de ficción de Ozon como las descarnadas reflexiones con que Millet acompaña la narración de su experiencia ponen en evidencia el escurridizo problema del deseo. Discutiendo sobre estas dos obras, Antonio Bisbal, a quien la práctica de la medicina transformó en humanista y la pasión por el cine y la literatura en un agudo observador dijo «Se trata de dónde está el deseo, pues en algún sitio ha de estar»
Efectivamente, sin deseo no hay motivaciones ni acciones. Pues esa es la virtud de ambas obras, que llevan inevitablemente a preguntarse por el deseo de las protagonistas. Cosa a que nunca surge en la pornografía. Por el contrario, mientras que las profesionales del porno fingen placer, hasta con grandilocuencia, en Joven y bonita la magistral actuación de Marine Vacth muestra de una manera escrupulosa la ausencia de erotismo. Incluso en varios pasajes se percibe el carácter frágil e infantil del personaje. De hecho el único cliente con el que se personaliza el vínculo y con el que muestra apego es un hombre mayor con el que lo que prima es la ternura. Además con claras referencias a una figura paterna, ausente en la vida del personaje. Para más inri hay un comentario por el cual sabemos que el padre suele aparecer esporádicamente regalando un dinero cuya cuantía coincide con una de las tarifas que cobra por sus servicios sexuales. He aquí una pista con la que el director permite adivinar donde está el deseo.
En el caso de Millet, las reflexiones que desgrana a lo largo de su obra dan muchas pistas sobre la búsqueda del reconocimiento de los demás a través de su cuerpo. Entregar su cuerpo al deseo de los otros como una manera de encontrar su propio ser. Todo esto da idea de que el cuerpo en tanto anatomía y la sexualidad como gimnasia mantienen una relación compleja y a veces independiente con el erotismo, las emociones y el amor. Iniciar físicamente la vida sexual no significa dejar de ser virgen.
La exposición en estas dos historias muestra un contexto social y cultural que posibilita una libertad sexual sin barreras pero que en realidad responde a cosas de otra índole y sirve para cuestionar el espejismo de progreso social, ya sea este denostado por las mentes conservadoras o anhelado por los liberales como una promesa de un ser humano distinto y más libre. Más bien al contrario, lo que muestran los estudios psicosociales es que independientemente de lo permisiva que puede volverse la sociedad, subsisten los mismos problemas evolutivos de la personalidad. En el caso de la película se trata de la dificultosa madurez de una adolescente, su transgresión de los límites y la necesidad de ser amada por un padre ausente, lo que no tiene nada de nuevo.
En al caso de Catherine Millet, ella misma expresa su búsqueda de reconocimiento como causa de su compulsión a la promiscuidad, lo que también es un conocido problema para la psicología clínica.
La posibilidad de disociación entre actos físicos y amor se conoce en psicología desde hace muchos años. En 1945, a raíz de observaciones del cuidado de bebés huérfanos de guerra el psicólogo austríaco-americano Rene Spitz descubrió un cuadro de depresión precoz en el primer año de vida al que llamó depresión anaclítica o marasmo. Se trataba de un hecho sorprendente. Pese a excelentes cuidados de puericultoras profesionales y de óptimas condiciones higiénicas los bebés enfermaban gravemente. Su descubrimiento fue que la causa era la carencia de amor, o, en otros términos, que ser aseados y alimentados no era lo mismo que ser deseados. Por eso es tan importante la pregunta por el deseo, porque de la forma que se exprese o se encarne dependerá lo que cada uno haga con su vida, su cuerpo o su pasiones.