Evaporarse
Una caja de cerillas mal colocada puede hundir un barco. Es una máxima marinera que alerta sobre que un pequeño error puede desencadenar una sucesión de consecuencias fatales. Además, es una buena metáfora sobre el carácter acumulativo que ciertas decisiones más o menos equivocadas pueden tener en la vida. Conflictos familiares sin salida, hipotecas interminables, matrimonios agónicos, hijos que decepcionan, amistades tóxicas, poca gente hay que no haya tenido alguna vez la fantasía de dejar toda la vida que voluntaria o involuntariamente ha construido.
Pues la ordenada y pragmática sociedad japonesa ha encontrado una solución. Pese a que Japón, en muchos aspectos está sucumbiendo a la homogenización cultural que abarca progresivamente el planeta, su sociedad aun suele producir fenómenos sorprendentes.
Uno de los más recientes es el de los Jouhatsu que literalmente significa evaporarse. Se refiere a quienes deciden desaparecer del entorno en que viven sin dejar rastros.
Para entender lo novedoso de este fenómeno hay que distinguirlo de lo que en Japón llaman Hikikomori, que es el aislamiento agudo, originado en una fobia social y que es más frecuente en los hombres.
En cambio, los que deciden evaporarse no buscan el aislamiento sino una vida nueva. Borrón y cuenta nueva.
Si bien este comportamiento no es desconocido en países occidentales, en Japón, por primera vez se han constituido empresas que venden ese servicio, lo que da idea de la magnitud del fenómeno.
Las empresas que venden este servicio lo denominan “mudanzas nocturnas” para referirse al sigilo con que estas operaciones se llevan a cabo. Proporcionan a quien lo decide los medios para marcharse de su entorno sin dejar rastros y resuelven todo lo necesario para poder iniciar una vida nueva en otro sitio.
Resulta extraño que pese a que en las sociedades modernas los individuos tienen un alto grado de libertad para tomar decisiones trascendentes, como la elección de estudios, de la vida profesional, de la persona con quien construir una pareja, de cuando y como formar una familia, de las prioridades para el manejo de su economía, de los compromisos que asume, del entorno urbano o las amistades, entre muchas otras cosas, puedan llegar a sentirse hartos y prisioneros de lo que los rodea.
El origen de estas crisis existenciales radica en la forma en que operan las emociones y el pensamiento de los individuos. Precisamente la etimología de individuo deriva de una palabra que en latín significa indivisible. Sin embargo, los conocimientos de la psicología clínica han demostrado que la realidad de la vida psíquica no es ni indivisible ni homogénea, sino que por el contrario está conformada por impulsos y necesidades contradictorias que pugnan por satisfacerse chocando unas con otras. Algo así como pretender nadar y guardar la ropa. Frecuentemente se busca lo imposible de elegir aquello que suma sin aceptar lo que resta.
Barremos bajo la alfombra señales que evidencian la imposibilidad de que algo que nos entusiasma acabe bien. Esta actitud está reflejada en la expresión inglesa wishful thinking que podría traducirse cono pensamiento ilusorio. Concretamente es cuando las ilusiones se imponen a la percepción de la realidad.
Esta naturaleza irracional del psiquismo es responsable de que en algún momento se evidencien las consecuencias de decisiones equivocadas. Aquello de las cerillas mal colocadas.
Entonces, cuando por todo lo antedicho las cuentas no dan y las frustraciones de la vida son mayores que el placer que se puede obtener, surge el deseo de huir de lo que se ha creado y volver a empezar.
La disciplinada cultura japonesa y la oportunidad de negocio son una respuesta a ese deseo.
No existen aún investigaciones con jouhatsu, personas que se han evaporado y estén instalados en una vida nueva, pero hay razones para pensar en el carácter utópico del plan. Mencionaré al menos dos de mucho peso como para ser pesimistas respecto a esta “solución”.
La primera es lo que en psicología se denomina compulsión a repetir, para designar la tendencia a que los patrones de comportamiento propios de cada persona tiendan a reproducirse en la medida en que forman parte de la identidad. Ya se sabe, genio y figura hasta la sepultura.
La otra razón para restar credibilidad al éxito de semejante plan la expresó magníficamente Jorge Luis Borges cuando, al final de su vida, le preguntaron si creía en la eternidad y afirmó que para él perdurar solo valdría la pena si recordásemos quienes somos o hemos sido. Lo expresó en su estilo poético de la siguiente manera “Si el espíritu sigue sin recordar que ha sido, digamos, Borges, más bien querría olvidarlo. Sin la memoria no sé si seguirá el espíritu, la identidad es la memoria”.