Dulce vampiro, la atracción de lo absoluto
La ambivalencia que rodea a la figura del vampiro es un fenómeno sorprendente del imaginario popular.
Prueba actual de la vigencia de esta mitología es que la prestigiosa Cinématheque de París acaba de inaugurar una exposición retrospectiva sobre el mito vampírico y sus diversas reencarnaciones, dedicada a mostrar la poderosa presencia de la figura del vampiro en las artes y en la sociedad contemporánea. La exposición, que se titula “Vampires: de Drácula à Buffy”, el año próximo recalará en los Caixaforum de Madrid y Barcelona.
Lo que hace interesante al vampiro no es solo su peligrosa maldad, sino la conjunción con su atractivo magnetismo. De ahí el término ambivalencia que, aunque se ha popularizado, supone un trasfondo muy complejo. El término ambivalencia fue introducido por el psicólogo suizo Eugen Bleuler en sus estudios sobre la esquizofrenia para explicar la existencia de amor y odio hacia una misma persona.
Para que amor y odio coexistan es necesario que haya una gran atracción, incluso pasión, y al mismo tiempo la vivencia de que ese amor pueda ser peligroso y destructivo. El carácter intensamente erótico y terrorífico del vampiro es un ejemplo perfecto para entender el concepto de ambivalencia.
El vampiro se une profundamente a su víctima a la que desea intensamente y, lo que es fundamental, la víctima deja de tener voluntad propia, se entrega, y pasa a ser parte del mundo del vampiro.
Es un sentimiento parecido al vértigo del abismo o a lo angustioso y tentador que para algunos tienen las sectas, las ideologías, las drogas, las variantes fundamentalistas de algunas religiones y aquellas organizaciones sociales que ofrecen lo absoluto. A los jóvenes reclutas se les solía decir que dejen fuera su voluntad para asimilar una disciplina absoluta.
El vampirismo se relaciona con fenómenos psicológicos más palpables como lo absoluto de la pertenencia y el absoluto del saber que todo lo explica, el absoluto de no sufrir la pesada carga de la libertad con su dolorosa incertidumbre de decidir y ser responsable, y el absoluto de una clara y radical división entre el bien y el mal que los filósofos llaman maniqueísmo.
Por lo tanto, se trata de una sorprendente confluencia de erotismo y muerte. ¿Cual puede ser el origen de semejante atracción a fundirse aún al precio de desaparecer como sujeto? Es significativo que los franceses llamen la petite mort, la pequeña muerte, al efecto de abandono y desfallecimiento que rodea un orgasmo intenso.
La explicación de la psicología evolutiva es sencilla. El estado de desvalimiento en que venimos al mundo solo se resuelve con un adulto que sacie toda necesidad, solucione toda dificultad y ame sin límites… casi un dios todopoderoso.
¿Quién podría no tener algo o mucho de nostalgia de ese Nirvana? En la medida que elegimos ser sujetos de nuestra propia vida, asumimos la soledad y no pocas inseguridades.
Por eso, el alivio que nos da un cierto abandono es bienvenido, y el vampirismo cinematográfico nos lo da al menos en la imaginación.
A esa tendencia a estados de fusión en un gran otro, aún a costa de renunciar a la individualidad y la libertad, los psicólogos la llamamos tendencia regresiva. Los historiadores la reconocen y los gurús y políticos carismáticos la explotan como tendencias humanas a la sumisión, al absolutismo, fundamentalismo y totalitarismo.
Los poetas y artistas suelen expresar mejor y con más gracia que los teóricos las realidades subjetivas.
Lo que sigue es una traducción libre (tradutore traditore) de la letra en portugués de la canción Doce vampiro (dulce vampiro) de la cantante y compositora Rita Lee, una de las máximas exponentes de la música popular brasilera:
“Ven a besarme
Mi dulce vampiro
A la luz de la luna
Ven a chupar el calor
Desde el interior de mi sangre roja
Tan vivo, tan eterno veneno
Que apaga tu sed.
que me bebe caliente
como un licor
Brindando a la muerte y haciendo el amor
Mi dulce vampiro
A la luz de la luna
Me acostumbré a ti
siempre quejándote de la vida
Hiriéndome y curándome
Pero nada de eso importa
Voy a abrir la puerta para que entres
Besa mi boca
hasta matarme”