Violencia sin sangre
El pasado 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer, anteriormente, el 3 de marzo se había presentado ante el Parlamento europeo en Bruselas, el resultado de una macro encuesta realizada con 46.000 mujeres de todos los países de la Unión Europea. En la presentación del trabajo la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE concluyó que la investigación demuestra que una de cada tres mujeres europeas ha sufrido alguna forma de violencia.
Esta investigación y la atención recibida marca el avance sin pausa en la protección de la mujer frente a la violencia y fue especialmente celebrada por los activos movimientos feministas. Pero la llamada violencia de género que acapara tanta atención institucional, jurídica y política no deja de ser solo una parte de la violencia que infiltra los vínculos humanos.
No es casual que la preocupación de quienes trabajan en los derechos humanos se centre en la violencia de género. Las relaciones de pareja son un ámbito proclive a la violencia porque es el ámbito de la pasión, de la dependencia, de la necesidad, del deseo y de la posesividad. Las formas más brutales y evidentes siempre han sido las practicadas por los hombres y sus leyes contra las mujeres.
La historia y las investigaciones etnológicas dan testimonio de ello con el sacrificio de las viudas en rituales en los que han sido enterradas vivas o sacrificadas con el esposo fallecido. Jamás al revés. En su libro Los vikingos, Eric Graf describe con detalle los rituales funerarios que incluían el sacrificio de las viudas en la civilización vikinga. También Blanca Solares en su obra llamada Madre Terrible, la diosa de la religión del México antiguo, describe la existencia de sacrificios humanos y hace referencia a hallazgos en la tumba del rey Shubad en la Mesopotamia que comprobaron que en el Imperio del Antiguo Egipto, 2800 años antes de Cristo se realizaba la práctica del sacrificio de la viuda.
Existen infinidad de datos históricos en múltiples culturas en que las mujeres han sido objeto de violencia asesina. Solo la caza de brujas en la Edad Media se calcula que exterminó a más de 100.000 mujeres y aún hoy sigue existiendo la lapidación en algunas culturas. Sin embargo hay dos aspectos menos evidentes y reconocidos pero no por eso menos importantes. El primero es que la violencia física, a la que llamo metafóricamente con sangre, no es la única que existe en las relaciones humanas ya que hay otras que también abundan y dañan.
El segundo es que en esas otras formas la mujer no es siempre víctima sino que incluso puede ser protagonista feroz. Se trata de relativizar el estereotipo de la asimetría en la agresividad entre los géneros. La psicología clínica comprueba que la agresividad de intención no necesita de sangre ni golpes, ni siquiera de elevar la voz.
Hagamos un recorrido de lo burdo y evidente a lo sutil. Hace pocos días, Diario de Mallorca publicaba un artículo titulado Futbolistas que niegan ser padres. Se trata de un hecho frecuente que tiene dos caras. La inmadurez irresponsable de jóvenes drogados por el éxito y montañas de dinero de una parte. De la otra, mujeres inescrupulosas, algunas incluso prostitutas, que se embarazan contra la voluntad de los adinerados ídolos ya que eso les significa una renta de por vida. La prensa ha reflejado infinidad de casos con las más ingeniosas artimañas, incluida la obtención de semen para ser utilizado en una posterior inseminación artificial. La justicia no solo no sanciona como violatorio este comportamiento hacia la víctima ni como abuso infantil el concebir un niño por un puro afán de lucro sino que lo premia con una jugosa pensión vitalicia.
Yendo a ejemplos más sutiles, una simple conversación supone un juego de posiciones, unas reglas implícitas y unos derechos. Hablar «a» alguien no garantiza hablar «con» alguien. Dirigirse a un interlocutor sin escucharlo conlleva ni más ni menos que su anulación como sujeto y esto es tan frecuente que hay pocas personas que no hayan experimentado el malestar de una conversación en las que el interlocutor no ha mostrado un ápice de curiosidad real ni ha dejado por un momento de exponer su monólogo. Y esto sucede incluso tras apariencias educadas en que no ha faltado el protocolar «y tú que tal» Tampoco en este caso hay asimetría en los géneros.
La descalificación es un medio por el que el lenguaje posibilita una forma de violencia. Es frecuente en las familias que tienen alguna forma de estructura matriarcal que la madre afiance su poder desautorizando al padre. Y no necesariamente mediante una crítica manifiesta sino, incluso, por una sutil descalificación. Lo contrario ocurre en familias de estructura machista. Incluso no es infrecuente un caldo de violencia en que coexistan descalificaciones recíprocas. La casuística de la psicología clínica de pareja revela que este fenómeno es no solo frecuente, sino de una gran malignidad en el efecto sobre la pareja y los hijos.
Finalmente un ejemplo de una forma de violencia que puede ser de una gran sutileza y de una malignidad devastadora. Se trata de un fenómeno descrito por el antropólogo y biólogo inglés Gregory Bateson. Este brillante investigador incursionó en la psicolingüística, la neurolingüística y la comunicación. Su teoría atribuye la causa de la esquizofrenia a lo que llamó double bind que se podría traducir al castellano como doble mensaje. Consiste en el envío de mensajes contradictorios que producen confusión y desorganización en quien los recibe. Según esta teoría aquellos padres que prohíben y permiten o que permiten lo que está sancionado como prohibido dañan mentalmente a los niños. En fin, que si bien los hombres son indiscutibles protagonistas de la violencia sangrienta, no debe olvidarse que potentes venenos no necesitan fuerza para ser administrados.