Psicólogo en Mallorca

San Valentín y los amores de barra

Una propiedad de los impulsos primarios del ser humano que los psicólogos llamamos “sublimación” puede ayudar a explicar las consecuencias del veloz cambio en la forma de vivir la sexualidad en la sociedad actual.

Las ciencias humanas enfrentan la paradoja de que por una parte las emociones elementales pareciera que no han cambiado desde los comienzos de nuestra civilización, como lo demuestran los testimonios más antiguos, pero al mismo tiempo las transformaciones tecnológicas y los cambios culturales modifican constantemente las vivencias subjetivas y las relaciones entre las personas.

La celebración del día de los enamorados hace oportuno reflexionar sobre lo que permanece y lo que cambia en el mundo del amor y los amantes.

Como dijo Heráclito, es imposible que un nadador cruce 2 veces el mismo río pues el río cambia constantemente y el nadador también.

El día de San Valentín difícilmente se recordaría si no fuese por el esfuerzo de marketing de las empresas que intentan aprovechar el tirón para aumentar sus ventas. Para ello desde hace días todos los canales de la publicidad se ocupan de que a nadie se le olvide festejar su amor, si lo tiene, y de estimular el romanticismo tocando todas las teclas posibles de las emociones con un discurso que puede llegar a lo pueril y cursi. Todo sea por una buena causa…vender.

Aunque no sea necesario irse muy lejos en el tiempo para ver contrastes en la forma en que ha cambiado el modo en que las personas se aman y desean, se puede tomar como referencia la época victoriana allá por los siglos XVIII hasta mediados del XIX cuando tuvo su apogeo el amor romántico. Esa forma del amor surgió en un contexto de rígidas normas morales que consideraron al sexo expresión de las bajas pasiones de la carne. Por eso las formas y contenidos del amor que reflejan los relatos y la literatura de la época son una producción florida, trágica y poética de sufrientes enamorados que discurseaban e idealizaban mucho y concretaban poco. Incluso el padecimiento y la frustración, dos productos de la castidad, eran consideradas virtudes. No exageran quienes afirman que el discurso del amor romántico está infiltrado de una erótica del sufrimiento.

Los estudios sociológicos muestran una tendencia a una progresiva simplificación evidenciada en los patrones de conducta sexual. Un aumento de la búsqueda de inmediatez y saciedad. Las investigaciones con adolescentes de ambos sexos evidencian la prevalencia de la idea de libertad, la ausencia de compromiso, la menor implicación afectiva y el incremento de la finalidad del placer erótico y sexual como un fin en si mismo.

La expresión “amigos con derecho a roce” ya es de uso casi tan corriente como la de novios.

En los años 90 el exitoso dúo femenino “Ella baila sola” sacó un sencillo titulado “Amores de barra” cuya letra describe de una manera muy lograda la mentalidad del sexo casual.

Aquí es cuando la mencionada “sublimación” permite explicar la estructura de estos dos patrones de funcionamiento.

Resulta que cuando más difícil y lejana es la posibilidad de descarga de los impulsos y necesidades primarias tanto más se idealiza el objeto y más se estimula la producción imaginaria.

Cuesta imaginar a un amigo con derecho a roce escribiendo una poesía al objeto de su deseo. Además de que la persona objeto de su homenaje, probablemente reiría. Para qué construir un templo barroco dedicado a un dios cuando se puede retozar y saciarse con su terrenal humanidad.

No es casualidad que existan significativas semejanzas entre los sufrientes y exaltados románticos y los místicos.

Los místicos buscan lo sublime, la pureza y la espiritualidad lejos de la saciedad de los deseos.

Hace más de 100 años Freud publicó un artículo llamado “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” en el que explicó que los instintos humanos al ser reprimidos por las exigencias sociales pueden sublimarse y buscar satisfacción en la producción artística y cultural.

Es inevitable preguntarse que es mejor, si el sinuoso, frustrante, largo y a veces dramático camino de obstáculos para alcanzar un fin que induce a la producción de complejas construcciones espirituales, artísticas o intelectuales o, por el contrario la modalidad actual de una rápida y recta autopista al bienestar de una saciedad más primaria.

No en vano los franceses llaman al momento culminante del amor petit mort. Después de lograr la pequeña muerte no se producen poesías, solo un plácido sueño.

Más allá de cualquier juicio de valor, el místico, febril e idealista Don Quijote está siendo desplazado por el simplón y pragmático Sancho Panza.

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