Psicólogo en Mallorca

Referéndum de Irlanda y homofobia. Una paradoja

Por una parte el primer referéndum popular sobre el matrimonio gay, en un país que comparte con España un pasado ultra católico, evidencia el veloz afloramiento de las relaciones homosexuales que no solo abandonan progresivamente la oscuridad del «armario», sino que van logrando el reconocimiento jurídico que implica la legalidad de las bodas y adopciones. Esto es significativo pues supone el equiparamiento de las parejas del mismo sexo con la célula familiar compuesta por mujer y hombre.

Por la otra parte se contrapone a esto el aumento de los llamados «delitos de odio» de los cuales el 36% corresponden a ataques por identidad sexual u homofóbicos. Los medios han reflejado incluso ataques físicos a gais en sitios de ambiente en Madrid. Es tal la inquietud generada que los ministerios de Sanidad y de Interior han presentado recientemente el Observatorio contra los Delitos por Orientación en Identidad Sexual.

Hay una dimensión universal en el surgimiento de hostilidad dentro de las estructuras sociales. Siempre salta la chispa entre alguna forma de diferencia. Esto ocurre tanto a gran como a pequeña escala. Los nacionalismos, que a partir de una identidad definida por el contraste de geografía, bandera, lengua o religión, dirigen la hostilidad hacia lo no propio, en el racismo, que establece la diferencia en el origen étnico, en el machismo que se basa en la hostilidad y la degradación del género femenino, la rivalidad entre simpatizantes de clubes de futbol, en las trifulcas entre vecinos. A pequeña escala los conflictos que se desatan dentro de un núcleo familiar entre padres e hijos o entre hermanos.

En fin, que desde las más rudimentarias formas de civilización los humanos se han estado odiando y matando por las diferencias más diversas. Esta hostilidad tiene siempre algún grado de existencia social como ciertos virus que en un momento sufren una mutación que los maligniza y pueden dispararse hasta el extremo de originar guerras de exterminio. Un estudio realizado en 2013 contabiliza 700 mujeres asesinadas por violencia de género en España en la última década.

Algunas respuestas esclarecedoras sobre esta permanente presencia de la agresividad social en general y la agresividad hacia los homosexuales en especial se encuentran, cuando no, en las investigaciones de Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis. Su hipótesis más general, la desarrolló en una de sus obras maestras, que lleva el sugerente título de El malestar en la cultura. Básicamente explicó que como si de una maldición se tratase, es inherente a toda cultura un grado de angustia y agresividad imposible de eliminar por la índole de la vida psíquica de los seres civilizados.

También usó el término «narcisismo de las pequeñas diferencias» basándose en un trabajo del antropólogo británico Crawley que decía que cada individuo se separa de los demás por un tabú del aislamiento personal. Este fenómeno se manifiesta mayormente con las comunidades de territorios adyacentes y relacionados entre sí. El odio se manifiesta en disputas y en ridiculizar a los demás y obedece a una necesidad de diferenciación.

El caso específico de los individuos que odian y atacan a los homosexuales se denomina homofobia. Por lo tanto, el mecanismo psíquico que produce las fobias sirve para entender este fenómeno.

Una fobia consiste en un impulso de rechazo, miedo, asco o temor respecto al que no se tiene una explicación racional. Para que la economía mental de un individuo desarrolle un impulso negativo, necesariamente tiene que haber un impulso contrario en su interior del que intenta defenderse proyectándolo en el exterior.

Acontecimientos emocionalmente traumáticos pueden hacer que los propios impulsos y excitaciones se sientan como peligrosos y el psiquismo produzca cortafuegos y fusibles protectores. En eso consisten las fobias.

Este mecanismo es tan importante que las fobias pueden considerarse como si fuesen el negativo de una fotografía de lo que una persona realmente es, aunque conscientemente no lo admita. En consecuencia, el diagnóstico de un individuo que llega a desarrollar un obsesivo odio o denigración hacia la homosexualidad es simple y la sabiduría popular lo expresa con aquello de que «dime de que presumes y te diré de que careces».

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