Adopciones… con el pan bajo el brazo…
Los psicólogos clínicos recibimos con frecuencia la consulta sobre los hándicaps de un niño adoptado proveniente de parejas que están en vías de hacerlo o las que enfrentan algún conflicto con un niño que ya convive con ellos.
Cada vez más los desarrollos científicos en psicología demuestran que los factores biológicos conviven con la fuerza de los significados y los símbolos en el desarrollo y funcionamiento de la personalidad.
Más aún: hablamos de funciones paterna o materna, dado que pueden ser ejercidas por diversas personas del entorno familiar. Por ejemplo, la patología «padre ausente» es aplicable a un padre biológico y físicamente presente pero que no ejerce como tal.
Esto lleva a afirmar que no hay diferencia en que exista o no un vínculo sanguíneo y que es la forma en que el niño es tratado lo que hará diferencia. Y allí radican muchos problemas, pues mientras que los niños naturales o adoptivos pueden no diferenciarse, lo que a menudo introduce diferencias es el comportamiento de los padres, que acarrean sus propias historias personales anteriores a la paternidad biológica o la adopción, y como consecuencia tienen distintas expectativas e ilusiones respecto a sus hijos.
El refrán: «los niños vienen con el pan bajo el brazo» cabría remplazarse por: 1º el niño, 2º el niño, 3º el niño y por allí, en último lugar, los padres.
En otros términos, hay que pensar en el niño y sus necesidades como sujeto más que como objeto de la ilusión de los padres.
Resulta escalofriante la frivolización de la adopción que llega hasta el escenario de las candilejas. Y para ejemplo la disputa de repercusión mediática entre Angelina Jolie y Madonna sobre quien adopta mejor, o la denuncia por soborno a La Pantoja en Perú por la adopción de un niño.
¿Dónde entonces pueden darse condicionamientos diferenciales? Una respuesta posible es: en la edad que tiene el niño en el momento de su adopción. Por necesidad, y salvo circunstancias excepcionales, el hijo biológico se encuentra en contacto con sus padres desde una edad más temprana que el adoptivo, en lo que técnicamente se llama un momento evolutivo anterior.
En el proceso evolutivo del niño se pueden distinguir dos grandes áreas. El desarrollo neuro-físiológico y el psíquico. Cada una de estas áreas incluye varios aspectos. Por ejemplo, en el desarrollo físico se pueden distinguir la maduración neuromomotora, la músculo esquelética, etc. En el área psicológica hay vectores cognoscitivos, emocionales, simbólicos, de adquisición del lenguaje, etc. Pero en todas estas líneas de desarrollo hay una dinámica de oportunidad: estímulos oportunos y fraguado. O sea: el estímulo solo influye si no llega tarde.
Un ejemplo revelador: todos los niños pueden producir en una etapa de su desarrollo los sonidos de todas las lenguas, el llamado alfabeto fonético universal del cual van seleccionando solo aquellos que le sirven en el idioma que se habla en su entorno. Pasado este período ya no podrán recuperar aquellos sonidos no utilizados en su momento. Similarmente, las experiencias tempranas definen en forma duradera tanto el mundo emocional del niño como las características de la relación con sus padres.
Así como las carencias alimenticias pueden crear limitaciones irreversibles, la organización emocional temprana conforma la base fundamental de la personalidad que nos acompaña por el resto de nuestra vida.
El respetar al niño, como mencioné antes, comienza por entender, y aceptar, su tiempo evolutivo dada la diferencia fundamental que supone lo pronto o tarde que se produzca la adopción.
Como afirmó Françoise Doltó, importante estudiosa francesa de la psicología infantil «Ya en los primeros años, los dados están cargados y las cartas echadas»
¿Cuál es ese momento de inflexión?
Desde el punto de vista psíquico hay un momento fundamental en el que se asientan los moldes de la organización mental del niño, que es cuando se produce la adquisición del lenguaje en el sentido de su comprensión, cosa que ocurre, como muy tarde, entre el primer y segundo año de vida.
Por lo tanto, una condición necesaria para que una adopción dé lugar a una relación familiar feliz y a una persona emocionalmente equilibrada es que los padres adoptivos toleren la herida narcisista que supone aceptar que las necesidades del niño deben tener prioridad. Puedo afirmar que un factor práctico a considerar es que a menor edad mayores posibilidades de éxito.
De todos modos, que la adopción se produzca en un período tardío, no significa que el bagaje que el niño traiga sea necesariamente malo, sino que los condicionantes previos limitarán las posibilidades de lo que pueda adquirir de su nueva familia.