Supervisión: encrucijada de triple transferencia
Es llamativo que pese a constituir un eslabón de importancia en el proceso de formación del psicoterapeuta psicoanalítico, y a la vez un requisito en casi todas las instituciones de psicoanálisis la cantidad de bibliografía sobre el tema sea relativamente escasa. Por ello la decisión de la A.E.P.P. de impulsar este congreso constituye una oportunidad para una discusión que enriquezca el estudio teórico y la formalización de la multiplicidad de factores que constituyen la escena de la supervisión.
En tanto actividad legalizada, legalizante e inserta en el sistema productivo, la supervisión, puede considerarse una práctica social. Como tal pueden distinguirse en ella: un objeto, los sujetos que la componen y un lazo social particular.
El objetivo de este trabajo es hacer algunas consideraciones sobre la particularidad que estas tres dimensiones adquieren en la supervisión.
Lo que opera como causa y produce determinismos es la subjetividad de tres sujetos: paciente, analista y supervisor.
A su vez lo que constituye el objeto no se limita al discurso del paciente sino que se extiende a las intervenciones del analista. En consecuencia hay en la supervisión un triple sistema de lazos.
En otras palabras, que la existencia de tres subjetividades supone un tejido de transferencia y de complejas transformaciones del inconsciente.
Debido a ello y en tanto campo del deseo el estudio de la supervisión supone la dimensión de una lógica paradojal en la medida que lo que aparece haciendo síntoma, a la vez que oculta, muestra y a la vez que se manifiesta como obstáculo puede ser motor del proceso de formación y aprendizaje del analista al igual que en el análisis didáctico.
LOS SUJETOS: identidad y cambio
La razón para afirmar que son tres los sujetos constituyentes de esta escena proviene de que el supervisor está presente, como mirada y referente, en el momento en que el analista recoge el material, tanto como que el paciente a través de su discurso es una presencia en la supervisión.
En tanto la supervisión posibilita una profundización en la comprensión de las formaciones sintomales del paciente y a la vez de las intervenciones del terapeuta el efecto de este trabajo supone necesariamente transformaciones en el proceso de la cura, que a su vez modifica la nueva recolección de material y el trabajo de supervisión. (fig.1).
Por ejemplo la posición especular en la que el terapeuta es demandado a ubicarse por las asociaciones del paciente puede producir una captura imaginaria desde la cual interviene el terapeuta en el sentido de un reforzamiento en el síntoma. El trabajo de supervisión se dirige entonces al develamiento de ese efecto y a posibilitar una desujeción de la posición desde la cual el terapeuta interviene. Aquí puede situarse una paradoja en el hecho de que, a la vez que los tres sujetos tienen un rol fijo que estructura la escena, los procesos de feedback que tienen lugar establecen una dialéctica de interrelaciones que supone necesariamente un cambio para los tres elementos de la estructura.
EL OBJETO: Contexto y Causa
Considerar la sintomatología del paciente, cuyo discurso, el supervisado transcribe( como único objeto de la supervisión, supone una sobresimplificación de la complejidad y multiplicidad de elementos en juego. Estos elementos están determinados fundamentalmente por las condiciones contextuales de su producción. O sea que ese fragmento de texto fue, en primer lugar, producido por el paciente y en segundo lugar, seleccionado dentro de la totalidad a la que pertenece por el terapeuta.
Las condiciones de producción del texto que el supervisado presenta están afectadas, no solo por la organización fantasmática del paciente y la transferencia a que da lugar, sino también por el modo en que la concepción de la cura del analista y su propia organización inconsciente configuran el setting de ese análisis.
Por ejemplo: la importancia que se confiera a la materialidad específica que constituyen los significantes del paciente, el valor del silencio que parte del terapeuta, el peso de la primera o segunda tópica freudiana en la concepción de lo psíquico, la importancia de la regresión en el proceso terapéutico, etc., tienen en las escuelas inglesa, americana o francesa un tratamiento y una valoración distintas y condicionarán las intervenciones del terapeuta así como la recolección del material según sus referentes teóricos.
A la vez, la existencia de una sintomatología fóbica o una tendencia al acting out en el terapeuta, por ejemplo puede teñir el efecto de abstinencia en el encuadre de un elemento de rigidez o de seducción.
A estos factores debe añadirse las características del propio análisis del terapeuta en tanto modelo de trabajo.
Todos estos constituyen algunos de los factores cuyos determinismos causan, obstaculizan y posibilitan la constitución del objeto de la supervisión en el doble sentido de este término: como destinatario de la acción y como objetivo. (Fig. 2)
EL LAZO: Saber e Ignorancia
Otro elemento que se añade a la complejidad de la supervisión está dado por el hecho de que la relación del supervisado y el supervisor está afectada, tanto por el contexto institucional como por las transferencias recíprocas entre terapeuta y supervisor.
La forma en que esto afecta la selección a su vez admite un paralelismo con lo anterior, puesto que el criterio con el que el supervisado recoge una parte determinada del material que expondrá en la supervisión está determinada tanto por sus conocimientos o dudas en relación a lo que considera significativo como por las significaciones que consciente e inconsciente afectan la relación con el supervisor.
Otro factor que se añade es el hecho de que la supervisión se produce en un contexto institucional y tiene un sentido autorizante y de reconocimiento. Por lo tanto también se constituye como causa y puede ejercer determinismos en el modo en que el supervisado expone sus intervenciones, sus dudas o sus angustias en relación a la conducción de la cura que supervisa. (Fig. 3).
Podemos aquí situar otra paradoja: la formación de un terapeuta implica a la vez que la incorporación de una legalidad y un conocimiento, la capacidad para la iniciativa y la creación.
En otros términos, la constitución de una deuda simbólica que deberá existir en simultaneidad con la soledad y la transgresión.
Vale la pena citar una bella metáfora con que Jacques Lacan aborda este tema en su trabajo “La Dirección de la Cura”: “…Intérprete de lo que me es presentado en afirmaciones o en actos, yo decido sobre mi oráculo y lo articulo a mi capricho, único amo en mi barco después de Dios, y por supuesto lejos de poder medir todo el efecto de mis palabras…”
También en relación con el saber desde el cual el supervisor interviene y modula el modo de sus intervenciones se configura un determinismo respecto a la supervisión.
Aquí la paradoja está dada por la necesaria coexistencia en la transmisión de una proporcionalidad entre el saber como consistencia y el saber en el sentido de la mayéutica socrática, de saber plantear las preguntas y saber escuchar.
En la concepción binaria que subyace al pensamiento de Freud se articula aquí la dialéctica falocastración.
Soportar la castración como falta, supone en la transmisión la relación con la ignorancia, dado que el saber de un analista es en parte el saber escuchar. Esto último guarda una estrecha relación con la cuestión de la transmisión, en el proceso de formación, de una técnica del curar. Desde esta perspectiva lo que se transmite en una supervisión más que en una técnica, en el sentido de un saber hacer, es la capacidad para la escucha y el develamiento de las formaciones del inconsciente.
Ana O, la paciente de Freud y Breuer, al hablar de la terapia la denominaba “talking cure”, pero al bromear, le llamaba “chimney sleeping”. Freud mismo en la conferencia Sobre Psicoterapia de 1904, metaforizó la acción diferencial de la técnica psicoanalítica frente a la sugestiva con la expresión “per via di levare” con la que Leonardo da Vinci particularizaba la producción de la imagen escultórica oponiéndola al “per via de porre” de la pintura.
Así, desobstruir, quitar lo que tapa, son metáforas que pueden hacerse extensivas al proceso que persigue la supervisión en tanto posibilitar la escucha de lo que el paciente semi-muestra y semi-encubre en su discurso, pero que el terapeuta puede desoír por las diversas “obstrucciones”.
CONCLUSIONES
Por lo tanto, y dado que el proceso de supervisión tiene como objeto un campo de transferencias recíprocas (aunque esta afirmación no niegue una heterogeneidad respecto a como analista y paciente juegan estos determinismos) el estudio de las intervenciones del analista y la conducción que hace de la cura, supone no pocas veces, la propia organización sintomal del analista.
Esta, por momentos, borrosa y móvil frontera entre el estudio del material presentado y el modo en que el analista ha trabajado sobre él ha dado lugar a que se le llegue a llamar a la supervisión “análisis de control”.
Así como el proceso terapéutico, en el que el síntoma que aparece en el contexto de la neurosis de transferencia constituye a la vez obstáculo y motor, también el considerar la incidencia de los factores sintomáticos en el terapeuta, lejos de constituir lo que la teoría de la comunicación llama “ruido”, ofrece la posibilidad de su abordaje y esclarecimiento.
El incluir esta última dimensión como objetivo del trabajo de supervisión representa una doble ventaja: la disminución de la eficacia obstaculizante en el pensamiento del analista, y un ejercicio de conocimiento de cómo los síntomas a la vez muestran que ocultan.
Esta cuestión hace de la mayor transcendencia para los psicoterapeutas psicoanalíticos el estudio de la figura de la supervisión en lo que hace a su particularidad como aspecto necesario de la transmisión del saber en psicoanálisis.
La intención de esta ponencia es abrir la posibilidad de pensar la supervisión como una escena compleja, conformada por la interacción de tres subjetividades: paciente – analista – supervisor, y el encuadre que marca la legalidad de las intervenciones, sus posibilidades y también sus límites.
A la vez es de destacar que así como el estudio de la teoría psicoanalítica pertenece a la dimensión de lo general en la formación, la supervisión de casos pasa necesariamente por el estudio de lo singular: la singularidad de un paciente determinado, con un terapeuta determinado: y las vicisitudes para lograr la posición de terapeuta atravesando los obstáculos de las propias formaciones sintomales del terapeuta.