Psicólogo en Mallorca

Psicología de la grieta social

El conflicto de Cataluña inunda los titulares de los medios, invade las conversaciones, las redes sociales, satura los mensajes de humor y crítica de WhatsApp y la inquietud y las emociones de muchos.
Como en todo fenómeno social y político coexisten muchos determinismos y pueden analizarse algunas variables sin la pretensión reduccionista de simplificar un acontecimiento tan complejo.

La psicología clínica puede arrojar alguna luz sobre la subjetividad de las personas que son arrastradas por los conflictos sociales de las más diversas índoles y puede ser analizada independientemente de toda valoración política o de la legitimidad y del contenido de cada caso.

Decimos “un semejante” para referirnos a otro humano. Obsérvese que significa “igual”. Este sentido de igualdad puede verse comprometido por los fenómenos identitarios a tal punto que un grupo humano deje de considerar “semejante” a quien no pertenece al propio grupo. El color de la piel, las costumbres, la lengua, la religión o la simpatía por uno u otro equipo de futbol. No es infrecuente que las pertenencias en el futbol lleguen hasta el asesinato de un fan del otro equipo que no se considera “semejante”.

Hay dos fenómenos psíquicos que describió Freud, el creador del psicoanálisis, que están fuertemente involucrados tanto en la actual confrontación social catalana como en toda convulsión social que a lo largo de la historia fragmentó y enfrentó a unos grupos humanos con otros.

Esos descubrimientos freudianos extraordinarios y sorprendentes vieron la luz en dos textos: “El tabú de la virginidad” en 1917 y “Lo siniestro” publicado en 1919.
El primer descubrimiento lo expuso Freud en “El tabú de la virginidad” y lo llamó “narcisismo de las pequeñas diferencias” para referirse a la obsesión por acentuar las diferencias aún con las personas con quienes más nos parecemos como una manera de diferenciarnos y así fortalecer nuestra identidad.

Destacó el hecho de que la historia abunda en ejemplos de guerras entre quienes más se parecen.
Quizás el pesimismo respecto a la condición humana que transmite el creador del psicoanálisis esté relacionado no solo a haber vivido las dos Guerras Mundiales, sino a la convicción de que las personas necesiten siempre crear un campo ajeno, no familiar, diferente y odioso para definir la propia identidad, lo próximo y familiar en que expresar el amor.

En el segundo libro Freud partió de un hecho revelador del lenguaje en el idioma alemán. Familiar y siniestro se expresan en un mismo vocablo con la introducción de un prefijo: heimlich y unheimlich. O sea familiar, próximo y acogedor como opuesto a no-familiar, extraño y misterioso.

El violento e inquietante sentimiento de lo siniestro se desencadena cuando algo próximo o familiar se vuelve ajeno.
Y este pasaje de un sentimiento a otro se puede producir en cualquier circunstancia, en cualquier relación y por un detalle que puede ser sutil. Este sentimiento de ajenidad y extrañamiento en una relación próxima e íntima puede irrumpir tanto entre familiares cercanos como en parejas que pasan del amor fusional, al odio y la hostilidad.

Es un hecho con el que los psicólogos clínicos lidiamos con mucha frecuencia.
Fenómenos como estos suscitan sentimientos viscerales que producen una grieta que separa a vecinos según la bandera que cuelgan en sus balcones, amigos según la forma de interpretar los acontecimientos y hasta miembros de una misma familia.

Otra cuestión que excede el espacio de esta nota es, qué sentimientos se desencadenan en los que son objeto de este desconocimiento o expulsión, los que dejan de ser considerados semejantes.
Para ilusión y anhelo de algunos, tristeza y temor de otros, el tejido social y no solo el mapa de un país llamado España depende estos días de cómo esas viscerales emociones humanas se entrelacen con los discursos y acciones de los políticos.

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