Psicólogo en Mallorca

Engaña hasta que lo consigas


El título es la traducción de una expresión corriente en el mundillo social newyorquino “fake it till you make it”.

En los últimos días 2 personajes notorios y muy distintos entre sí han protagonizado un derrumbe personal dramático y de gran repercusión mediática.

Alan García, ex presidente de Perú, involucrado en casos de corrupción se pegó un tiro cuando iban a detenerle. La glamurosa millonaria aristócrata e influencer con más de 56.000 seguidores en Instagram, Anna Delevy está presa y siendo juzgada por impostura, estafas, y falsificación documental. Cargos que le pueden costar los 15 años de prisión que pide el fiscal acusándola del desfalco de 275.000 dólares y diez delitos. Como ya ha informado la prensa, Anna Sorkin, que es su verdadero nombre, es en realidad la hija de un pobre camionero ruso emigrado a Alemania.

Tras aterrizar en New York fue protagonista de una carrera meteórica de ascenso social dentro de la jet set de La Gran Manzana impostando, engañando, seduciendo y estafando a cantidad de personajes de la alta sociedad newyorkina.

La historia es tan florida y desmesurada que ya están en marcha proyectos para llevar su vida a la pantalla.

Sin embargo, ningún cebo atrae al anzuelo si el pez no tiene hambre. Quiero decir, que los episodios de seducción y engaño, tienen dos componentes, “bailar es cosa de dos”.

Alan García logró ganar 2 veces las elecciones presidenciales por su innegable capacidad de seducción. Era un político sagaz , un líder magnético y un orador brillante. Se ganó el seudónimo de Caballo loco por las convulsiones y zozobras que generaron sus mandatos.

Anna Sorkin engatusó con auténtico virtuosismo social toda una sociedad. Manipuló a banqueros, inversores, compañías de jet privados con los que se desplazó y los mejores hoteles en los que se alojó dejando pufos por doquier. También a personajes del mundo del arte y la moda.

A la luz de los hechos hemos de admitir  que hay en ambos personajes algo extraordinario, tanto como que es evidente que en las víctimas subyace un dispositivo mental que las lleva a tragarse el anzuelo.

En el caso del ex presidente peruano el anzuelo lo tragaron en 2 elecciones  millones de votantes que lo invistieron presidente dos veces en distintos períodos de la historia del país, y en el de la impostora de New York figuran muchos personajes con cultura y tablas de una sociedad compleja y cosmopolita.

Los psicólogos tenemos un diagnóstico claro para los grandes seductores-manipuladores: psicopatía.

Un interesante y esclarecedor aporte de la etimología de la palabra seducir nos dice que deriva del latín seducere formada por el prefijo separativo se y el verbo ducere que significa guiar dirigir y conducir. Por lo tanto, seducir es conducir a uno por el camino que al otro le conviene.

Los psicópatas son individuos que poseen un elevado desarrollo cognitivo y emocional, diría una hipertrofia, para detectar las necesidades, patrones de funcionamiento, deseos y vulnerabilidades de los demás que permite seducirles.

Para poder encajar en la clasificación de psicópata un individuo necesita, además de la mencionada hipertrofia, una atrofia o ausencia de dispositivos morales que son causante de los escrúpulos y la culpa. De ese modo el impulso a la satisfacción y el pensamiento autocomplaciente del psicópata no tiene obstáculos.

Así como Alan García, no cejó su carrera de acumulación de poder y dinero sin siquiera poder respetar las señales de peligro, que las hubo, Anna se prodigó todos los lujos, el consumo, la vanidad y las frivolidades que pudo hasta perder el sentido del riesgo.

Este es el talón de Aquiles de los psicópatas. Llegan a no soportar la frustración de su propio sentido de realidad tanto como no soportan la incomodidad de una relación intersubjetiva. Para el psicópata cualquier manifestación de las necesidades del otro que no se pliegue como un guante a las suyas es una frustración.

Por eso Caballo loco, ante la realidad de un juicio prefirió morir antes que pasar por restricciones, y Anna no paró de subir sus apuestas llegando a estafar hasta a sus amigas, con lo que todo estalló y acabó errando por las calles y presa.

Sin duda, hay un gran interrogante sobre la otra mitad de la escena de una estafa, el estafado, que es la victima del psicópata. En realidad debería decirse el cómplice en vez de la víctima, lo que hace más complejo su análisis psicológico. Un cómplice ha de tener, o creer que tiene, un beneficio. Aunque para la psicología clínica las causas que llevan a alguien a dejarse abducir por un psicópata, desatendiendo incluso su propia inteligencia representan un campo muy amplio, podrían señalarse dos cuestiones de peso ligadas a una actitud infantil. La primera es la tendencia a la credulidad propia del pensamiento mágico del los niños. Los niños viven en un mundo de dioses omnipotentes que todo lo pueden y todo lo resuelven. La segunda es que ser sujeto y artífice de la propia vida es una pesada carga y plegarse a la aprobación y voluntad de otros se aparece como una solución.

Todo esto el instinto del psicópata lo sabe o intuye. Un refrán popular dice “primero prometer lubina, y luego servir carcasa de pollo”.

Todd Spodek, el abogado defensor de Anna, afirmó que en el mundillo de vanidades, glamour e imagen de New York “todos mienten un poco y hay un poco de Anna en todos”. Y no es ninguna tontería.

Dado que estos días en España la inminencia de elecciones llena el escenario de oradores que hacen promesas, y le hablan a las necesidades y sentimientos de los ciudadanos, reflexionar sobre todo esto da vértigo.

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