Psicólogo en Mallorca

Vampiros, brujas y hadas

“Le sacaré hasta la última gota de sangre” es una frase verídica que un abogado especializado matrimonialista de larga experiencia me comentó haber escuchado más de una vez de boca de sus clientes en divorcios contenciosos. Los divorcios y separaciones en España que eran ya muy numerosos se incrementaron más del 6% el pasado año según datos del Consejo General del Poder Judicial. Representa el mayor incremento desde 2007. Las cifras hablan de una tendencia que no para de aumentar cada año. Se trata de un hecho cuyos alcances son difíciles de prever y sus causas son complejas y variadas.

Resulta interesante destacar la eclosión de comportamientos típicos de los protagonistas, antes, durante y posteriormente a las separaciones. Al igual que en la literatura o el cine pueden analizarse géneros, argumentos y personajes arquetípicos. Los abogados matrimonialistas y los psicólogos clínicos somos testigos de que, más allá de la singularidad de cada caso los protagonistas de las separaciones encajan con frecuencia en los arquetipos de brujas, vampiros y hadas.

La razón por la que estas figuras aparecen en las turbulencias que rodean las cada vez más frecuentes separaciones no son casuales.
En la cultura occidental la constitución de una pareja es la forma casi natural en que se resuelven las necesidades primarias de afecto, apoyo, sexualidad y no tan primarias como la economía, la vivienda, los hijos y la vida social.

Aunque pueda sonar materialista y poco romántico, una pareja, en tanto espacio de intercambios, es un sistema económico. Y lo es por el hecho de que solo las necesidades la constituyen. Por eso la intensidad de las emociones adquiere un altísimo voltaje pasional, para el amor o para el odio. Como pegamento de un vínculo o como causa de su destrucción. Y como revelan las cifras esta mutación está ocurriendo cada vez más rápido.
No es casualidad que los arquetipos mencionados tengan una fuerte presencia en el imaginario social, en la literatura, en el cine y en el lenguaje cotidiano. Es común decir que alguien es un vampiro o una bruja.

Brujas, vampiros y hadas son personajes de ficción que representan actitudes extremas en relación a la gestión de las necesidades emocionales y los deseos, y por eso sirven para explicar los avatares que determinan el destino de una relación de pareja.
Veamos como el desequilibrio en la gestión de los intercambios en una relación puede transformar a los protagonistas sean mujeres u hombres en vampiros o brujas y hacer aparecer hadas en la escena.

El vampiro y su depresión. Tal como lo pinta la narrativa es alguien que por no tener no tiene ni vida. Es un muerto viviente que solo succionando la energía del otro puede sostenerse. La necesidad del vampiro es tan desesperada como la de un drogadicto. Su erotismo es fusional y terrorífico como lo mostró magistralmente el director Tony Scott en su película de 1983 “El ansia”.
Exactamente es lo que llega a ocurrirles a alguna personas que hacen de la pareja su único sostén y eso los lleva a una actitud posesiva, celosa y también a culpabilizar al otro de sus fracasos y faltas de iniciativas dando lugar a reproches o chantajes emocionales culpabilizantes. El victimismo y la autocompasión son los colmillos del vampiro que encarna una personalidad melancólica y depresiva.

La bruja y su desesperanza. La bruja de los cuentos es resentida, mala y envidiosa. Pero tiene poder. La bruja de Blancanieves no soporta que el espejo le muestre que alguien tiene más belleza.

Como la vida de pareja se forma por complementariedad y por necesidades, tarde o temprano se dará la confrontación con alguna inferioridad, como le ocurre a la bruja con la belleza de Blancanieves. Puede ser cualquier carencia que se evidencie por contraste. Un menor nivel socio-cultural propio o de la familia de origen, menor nivel académico, menos tejido social o cualquier otra limitación. Lo que transforma a alguien en bruja es que ante la frustración no reacciona tratando de ser más querible, de aprender o mejorar sino que se maligniza, carece de humildad y empatía para integrarse. Eso la lleva al resentimiento y a valerse del poder que su lugar le da para manipular. En una pareja el poder lo pueden dar los hijos, el conocimiento de las vulnerabilidades del otro y, cuando ya no se le puede sacar más, los recursos legales para lograr una separación que lo despoje de todo lo posible. Cual pescadilla que se muerde la cola, la tragedia de la bruja es que intenta obtener por la fuerza lo que no espera recibir por amor porque en el fondo no cree que pueda ser amada. Eso a su vez la vuelve odiosa, paranoica y psicopática.

A diferencia del vampiro que necesita que su víctima se mantenga viva para seguir succionando, la bruja envenena la manzana, para destruir a Blancanieves.

Brujas y vampiros son personajes de ficción y, por lo tanto caricaturales. La realidad supera la ficción y hay quienes pueden tener elementos de uno y otro tipo. O de ambos!

El hada y su sometimiento. Un hada es alguien cuyo deseo es complacer. Es una fuente infinita de belleza y bondad sin ninguna exigencia. Todas las carencias y frustraciones que producen otros el hada las compensa. Esa es la figura prometedora del amante, el tercero que irrumpe en la escena deteriorada de una relación que, en principio, y solo en principio, pide poco y está disponible para dar consuelo ocupando intersticios. Como dice una expresión inglesa “To good to be true” (demasiado bueno para ser cierto). Aunque hay que admitir que hay veces que permite cristalizar un equilibrio precario durante un cierto tiempo.

En fin, que la clave siempre está en la compleja armonía de las necesidades. Sin ellas no habría relaciones pero sin un fino equilibrio tampoco se pueden sostener.
Puestos a valernos de cuentos y mitos nada mejor que el de la gallina de los huevos de oro como metáfora de la destrucción a que puede llevar la intolerancia ante la frustración de las propias necesidades.

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