Psicólogo en Mallorca

Pareja, trieja. Tras la transformaciones sociales.

El pasado 15 de junio la edición digital de la BBC, la agencia de noticias británica, publicaba una noticia que en otros tiempos hubiera sido cuanto menos sorprendente, y más probablemente tomada como una broma.

Se trata de primer registro civil de una “trieja”. Un matrimonio de tres personas en Colombia. Y para más novedad tres hombres. Pareja es la unión de dos. Por lo tanto trieja es de tres.

El registro legal se constituyó a todos los efectos, económicos, sociales y de derecho familiar.
Por qué no? Acaso la figura jurídica y social de lo que se reconoce como unión legítima de una pareja, familia, paternidad y maternidad, derechos sucesorios, responsabilidad, derechos y obligaciones hacia los hijos no se va agrandando y difuminando progresivamente cada vez en más países?
El mapa biológico de la familia como unión duradera de una mujer y un hombre como célula nodular de la reproducción hace años que se va transformando impulsado por las exigencias de reconocimiento de los colectivos LGTB, lesbianas, gays, transexuales, bisexuales y más recientemente no-binarios.
El desarrollo meteórico de la ciencia y la tecnología aplicada a la reproducción y la manipulación genética contribuye a romper la frontera de los límites biológicos de la concepción de un nuevo ser.

Ya no se necesitan dos, ni siquiera se necesitan dos de distinto sexo. Incluso la identidad sexual y de género se conmueve.
Y no falta nada para los bebés a la carta, gracias a la manipulación genética.

La magnitud de este fenómeno es aún apenas perceptible pero está en aumento exponencial.

No falta nada para que los niños con dos madres o dos padres… o tres empiecen a tener más presencia social pues ya están aquí.
De una manera un tanto esquemática, podría decirse que hay básicamente dos modelos de estructura social en relación a la libertad de elección. De una parte están las sociedades basadas en modelos religiosos y criterios inamovibles desde tiempos medievales. En algunas de ellas la homosexualidad está considerada un crimen que se castiga con la muerte. Y de la otra, están las sociedades basadas en, al menos la ilusión de libertad, respeto al derecho a decidir y la pluralidad. Una pluralidad cuyos límites, por lo que se ve no están a la vista.

Estamos frente a un tema que genera muchas reacciones y que acarrea distintos problemas.
Algunas reacciones son viscerales y se polarizan entre el rechazo moral que ve en estos cambios una aberración versus las que lo reivindican como muestra de libertad, modernidad y democracia.

Para los juristas, sanitaristas y psicólogos estos cambios significan un desafío de enorme complejidad, y que hace que jueces y psicólogos vayamos, cual lentas y agitadas tortugas persiguiendo a los tumbos a la ágil liebre social.
Bastarán unos ejemplos.

Los jueces se enfrentan con cada vez más frecuencia a encontrarse con divorcios entre dos personas del mismo sexo con hijos teniendo que tomar decisiones sobre derechos de custodia y manutención. Tampoco la “violencia de género” que el consenso asocia fuertemente al maltrato machista de un hombre hacia una mujer, no es ajena a que ocurra en una pareja del mismo sexo. Y ocurre. Las crónicas policiales ya registran hasta crímenes.
Los sanitaristas del gobierno holandés han decidido que el gobierno invierta 2,8 millones de euros del Ministerio de Sanidad holandés para financiar los implantes mamarios a hombres transexuales.

Los psicólogos hace tiempo que somos conscientes de la enorme dependencia del concepto de salud, normalidad y enfermedad respecto a las diversas culturas. Pero ahora se suman novísimos problemas sobre lo que se considera función materna y paterna, así como los fenómenos identificatorios e identitarios. Un matrimonio con hijos que se separa, y sus miembros rehacen otra familia con la consiguiente distribución y adscripción de los hijos a cambiantes escenarios físicos o familiares es un hecho que hace años forma parte del campo de trabajo de la psicología clínica. Pero ahora pareciera que no hay más límites a la variación que el de la fantasía. Casi todo es posible, casi todo debe ser entendido, casi todo debe ser respaldado por leyes y casi todo debe ser cubierto por presupuestos sociales.

Quizás al dicho de que la realidad siempre supera la ficción habría que agregarle que para sanitaristas, jueces y psicólogos la realidad de las transformaciones sociales supera las herramientas disponibles.

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